No maten al mensajero, al menos, no todavía. La respuesta a la pregunta que se hace en el título es que sí, claro que sí, sin ningún lugar a dudas. En lo que respecta al “negocio”, siempre serán necesarios este tipo de eventos. Después de tres años en la penumbra, el MWC de Barcelona volvió a la Fira de L’Hospitalet con un nada despreciable desfile de asistentes, como diciéndole al mundo de que –crisis sanitarias, económicas y bélicas aparte– el espectáculo debe continuar porque el espectáculo es, ante todo, dinero, la innovación es dinero, la ciencia, la tecnología, el vuelo, los hoteles, los restoranes, las reuniones y los apretones de mano son dinero, si bien quizá no de inmediato, luego, más tarde, pronto, algún día.
El MWC volvió para decirles a todos que también volverá el 2024, y casi con toda seguridad en los años posteriores. El Mobile (como lo llaman en Barcelona) volvió también para decirnos a nosotros, la llamada “prensa especializada en tecnología de consumo”, que aún hay vida más allá de la muerte de la novedad, o mejor: más allá de la falta absoluta de sorpresas.
No ha sido como la edición de 2019 ni como las que la precedieron, claro, pero no ha sido una cita descafeinada como algunos esperaban. Los asistentes llegaron y coparon los stands, y desde el sábado 25 de febrero se observó un claro aumento de visitantes por las calles de Barcelona. No: no fue lo que solía ser, pero no ha sido poco. Ni la ciudad condal se engalanó, ni se vieron anuncios en la luminaria pública como en años anteriores, pero encontrar mesa en cualquier restaurant se hizo complicado las noches del domingo al martes, y los hosteleros han sacado cuentas en una semana especialmente fría.
¿Y qué pasó en el Mobile? Pues que los estands se llenaron de ejecutivos, emprendedores, promotores, ingenieros, técnicos, modelos, vendedores, todos ellos pletóricos de energía, de buenas ideas y una excelente predisposición para escuchar, preguntar y opinar. Prensa también hubo, aunque alguna parte de ella siguió graficando el gradual divorcio que se ha fraguado entre este tipo de eventos –llámese CES, MWC, IFA u otro– y la prensa “del sector de consumo”. Y es verdad: para quienes cubrimos temas tecnológicos, no hubo grandes sorpresas, más allá de los nuevos teléfonos presentados por Xiaomi, Honor, y algún otro fabricante que “anunció, pero no mostró”. Pero también reconozcamos que esta “prensa” tiene la insufrible manía de no manifestar sorpresa prácticamente por nada.
Aquí las culpas, en todo caso, han de compartirse. Las filtraciones suelen delinear productos a estrenarse incluso meses antes de que salgan (hola, Samsung). Además, los teléfonos celulares ya no son una novedad, prácticamente en ningún sentido. Llevamos años viendo iteraciones de modelos y diseños: un par de píxeles más en esta pantalla; otros pocos en esta otra cámara; alguna nueva app. El 5G ya llegó a varios sitios. ¿Lo has notado? Pues… eso era.
La falta de sorpresa mina la emoción, pero el negocio sigue funcionando, tanto en lo profundo como en lo superficial. Y prueba de ello son este tipo de eventos: para que gente de negocios se reúna con otra gente de negocios, para que se sigan buscando nuevas alianzas y nuevos productos, esos tópicos que los emprendedores llaman “nuevas formas de innovar” y los inversores “nuevas formas para seguir ganando dinero”.
En definitiva: el mercado se acomoda; el marketing se sacude el polvo de los últimos tres años y los medios nos encomendamos al dios del algoritmo para que nuestras publicaciones tengan un poco más de audiencia, aun cuando nosotros mismos llevamos años yendo a ferias y congresos y bostezando un “nada nuevo bajo el sol” que –ojo– nos mata a nosotros, no a aquello que se reitera.
Sintomático fue este año que las salas destinadas a la prensa en el MWC estuviesen más bien en la periferia, a un costado de una de las salidas. Bastante más pequeñas y mal ventiladas, contaban con luz, baños, agua y café. No hubo galletas esta vez para los periodistas, esos seres abúlicos que no pueden emocionarse con nada de lo que ven. ¿Por qué tratarlos mejor, si lo único que hacen es criticar? ¿Por qué prestarles más atención de la que merecen, si ellos mismos no saben cómo diablos encaminar en sus editoriales un mercado cambiante, sí, pero aún pujante?
Que se las arreglen con lo que tienen. A ver si aprenden alguna vez el significado del verbo innovar.
Era necesario todo lo que sucedió en el MWC 2023. A ver si nos enteramos.