La plataforma de apuestas de deportes electrónicos Mobile Wins publicó un estudio que estima la huella de carbono de las principales consolas de videojuegos para, en pocas palabras, tratar de ofrecer una cifra con más o menos rigor científico de cuánto contaminan lo productos de esta industria.
La metodología del estudio es relativamente simple: toma en cuenta el número de consolas vendidas a la fecha, el consumo energético de cada una y un promedio de juego de 8.5 horas a la semana. Con esos datos, el estudio estima cuántos kilos de dióxido de carbono produce cada consola por hora. Los resultados son alarmantes y no hacen más que recordarnos que todas las actividades humanas, por menos contaminantes que parezcan, tienen una profunda huella ambiental.
Según Mobile Wins, la consola más contaminante de la historia es la PlayStation 3, seguida muy de cerca de la Xbox 360. En conjunto, ambas consolas producen un estimado de 7,286,200 kilogramos de dióxido de carbono por hora (toma en cuenta que esa cifra contempla 171 millones de consolas encendidas al mismo tiempo). ¿Eso es mucho o es poco? Depende el cristal con el que se mire, pero si lo comparamos con otras prácticas como el streaming, resulta que el entretenimiento del siglo XXI es sumamente contaminante.
Hicimos la cuenta así: Netflix estima que una hora de streaming genera unos 100 gramos de dióxido de carbono. Multiplicamos esa cifra por los 214 millones de suscriptores que Netflix reportó en el tercer trimestre de 2021, y tras realizar algunas conversiones nuestro resultado fue de 21,400,000 kilogramos de dióxido de carbono por hora de reproducción.
No somos expertos en ciencias ambientales ni en consumo energético pero, a juzgar por las cifras, tiene todo el sentido del mundo que Netflix detenga la reproducción después de varias horas de inactividad, y también ese dicho de padres y madres de “si no estás usando tu consola, apágala”.
¿Y por qué Netflix y los videojuegos contaminan si la energía eléctrica es limpia? Porque aún estamos lejos de la utópica promesa de esta, pues 84.3 por ciento de la electricidad mundial se genera con fuentes fósiles como carbón, gas y combustóleo.