Se sabe que los cetáceos son los mamíferos más longevos, de hecho, algunas especies de ballenas pueden llegar a cumplir 200 años.
La razón que hay detrás de esto es un misterio, en particular por el gran tamaño de estos animales, lo que significa que contienen un mayor número de células.
“Si tienes más células, significa que el riesgo de que una de esas células se vuelva cancerosa aumenta”, explica Daniela Tejada Martínez, de la Universidad Austral de Chile.
“Entonces, si eres grande o vives más tiempo, tienes miles y millones de células que podrían volverse dañinas”.
Sin embargo, los cetáceos tienen tasas de cáncer mucho más bajas que la mayoría de los otros mamíferos, como los seres humanos, lo cual se conoce como la paradoja de Peto.
“Hay un chiste que dice que las ballenas deberían nacer con cáncer y ni siquiera podrían existir porque son demasiado grandes”, explica Vincent Lynch, de la Universidad de Búfalo en Nueva York.
“Simplemente, han evolucionado con mejores mecanismos de protección contra el cáncer”, afirma.
Aprender de ellos
Los investigadores han estudiado la evolución de 1,077 genes supresores de tumores (GST). En total, compararon la evolución de los genes en 15 especies de mamíferos, entre ellas siete de cetáceos.
De acuerdo con los científicos, los genes que regulan el daño del ADN, la propagación de los tumores y el sistema inmunitario fueron seleccionados de manera positiva entre los cetáceos.
El equipo también descubrió que estos animales ganaban y perdían GET a un ritmo de 2.4 veces mayor que otros mamíferos. Entender cómo funciona esto podría resultar clave en los tratamientos para combatir el cáncer en humanos.
“No es que vayamos a tomar los genes de las ballenas y ponerlos en los humanos y hacerlos resistentes al cáncer”, agrega Lynch.
“Pero si se pueden encontrar los genes que desempeñan un papel en la supresión de tumores en otros animales, y si se puede averiguar lo que están haciendo, tal vez se pueda hacer un medicamento que imite eso para el tratamiento humano”.