Un grupo de astrónomos de la Universidad de Texas en Austin descubrió que una idea de telescopio archivada por la NASA hace una década puede resolver un problema que ninguna herramienta ha podido resolver: estudiar las primeras estrellas del universo.
El equipo, dirigido por Anna Schauer, becaria del Telescopio Hubble de la NASA, publicará sus resultados en un próximo número de The Astrophysical Journal.
«A lo largo de la historia de la astronomía, los telescopios se han vuelto más poderosos, lo que nos permite sondear fuentes de épocas cósmicas sucesivamente anteriores, cada vez más cercanas al Big Bang«, dijo Volker Bromm, miembro del equipo y que ha estudiado las primeras estrellas durante décadas.
Bromm afirmó que el próximo telescopio espacial James Webb (JWST) será capaz de registrar la formación de las primeras galaxias, pero la teoría indica que antes de ese momento hubo estrellas individuales que se formaron.
«Este momento de la ‘primera luz’ está más allá de las capacidades incluso del poderoso JWST, y en su lugar necesita un telescopio definitivo», afirmó.
Las primeras estrellas se formaron hace unos 13 mil millones de años. Son únicas, nacen de una mezcla de gases de hidrógeno y helio, y probablemente decenas o 100 veces más grandes que el Sol.
Desempolvando una antigua idea
Los cálculos de Schauer muestran que un proyecto de telescopio de espejo líquido, que operaría desde la superficie de la Luna, sería capaz de estudiar las estrellas.
Propuesto en 2008 por un equipo dirigido por Roger Angel de la Universidad de Arizona, esta instalación se llamó Lunar Liquid-Mirror Telescope (LLMT). Sin embargo, la NASA decidió no impulsarlo.
El telescopio de espejo líquido lunar propuesto tendría un espejo de 100 metros de diámetro.
Operaría de forma autónoma desde la superficie lunar, recibiendo energía de una estación de recolección de energía solar en la Luna y transmitiendo datos al satélite en órbita lunar.
En lugar de vidrio revestido, el espejo del telescopio estaría hecho de líquido, ya que es más liviano y, por lo tanto, más económico de transportar a la Luna.
El espejo del telescopio sería una tina de líquido giratoria, coronada por un líquido metálico y, por lo tanto, reflectante. Esta giraría continuamente para mantener la superficie del líquido en la forma de paraboloide correcta, para funcionar como un espejo.
El telescopio estaría situado dentro de un cráter en alguno de los polos de la Luna. Para estudiar las primeras estrellas, miraría fijamente el mismo lugar de cielo continuamente, para recolectar la mayor cantidad de luz posible.
«El surgimiento de las primeras estrellas marca una transición crucial en la historia del universo, cuando las condiciones primordiales establecidas por el Big Bang dieron paso a una evolución cósmica cada vez más compleja», puntualizó.