La del 10 de septiembre de 2019 fue una keynote tan esperada como cargada de contenido, aunque como suele ser lo habitual. Apple logró, una vez más, despertar todo tipo de sentimientos: unos, entusiasmados con lo presentado, otros, al borde de la indignación ante una aparente falta de novedades. Para los segundos, conviene recordar que, con este fabricante, nunca nada es lo que parece. Pero, realmente, el jugo de la presentación estaba en la estrategia que se podía leer entre líneas: Apple había ninguneado descaradamente a su competencia.
Un servidor y desde estas líneas, fue el primero que se dejó llevar por los cantos de sirena: el iPhone perfecto debería llevar esto y lo otro, y además, con el lanzamiento del Galaxy Note 10 fresquito, debería incorporar funciones de este dispositivo a riesgo de quedarse atrás. Pues bien, ni una cosa ni la otra: Apple siguió fiel a su estilo con su propio guión en lo que respecta al iPhone, basando su estrategia en dos elementos fácilmente comprensibles por el mercado: la cámara de fotos y la pantalla.
¿Un teléfono o una cámara de fotos?
Fue tal la insistencia y el tiempo dedicado por las huestes de Tim Cook al apartado fotográfico del iPhone 11 Pro, que por un momento fue fácil tener la sensación de estar ante la presentación de una cámara de fotos. Y lo cierto es que lo merecía a la vista de los avances presentados por Apple en el «sistema de cámaras» como insistía tozudamente Phil Schiller.
Pero no vamos a aburrirte de nuevo con el detalle de lo presentado, que lo puedes encontrar en nuestra cobertura, sino en lo que hay detrás.
Apple tuvo claro que el recorrido del futuro del iPhone no pasaba por incorporar toda una serie de mejoras tecnológicas a diestro y siniestro (carga inalámbrica inversa, pantalla infinita, 5G…), sino centrarse en funciones clave que el cliente pueda comprender. Y claro, la cámara de fotos es uno de los elementos que más se usan en un teléfono, mejorando lo presente con un conjunto de múltiples ópticas que sitúan al dispositivo en lo que respecta a la dotación de hardware, a la altura de sus rivales. Pero ya sabemos que Apple apoya una buena parte del peso de este apartado en el software y aquí seguro que nos sorprende con excelente resultados.
Un «monitor» como pantalla
Hemos perdido la cuenta de las páginas que dedica Apple en su web al apartado de fotos del iPhone 11 Pro, pero tras un interminable scroll, por fin damos con su segunda gran baza: la pantalla.
Se trata de algo que el usuario ve y disfruta en todo momento en su celular —y Apple lo sabe bien—, presentando mejoras tangibles para el usuario. En este sentido, el fabricante ha dotado a la pantalla del iPhone 11 Pro de un brillo de hasta 800 nits bajo el sol (1,200 nits en fotos y vídeos HDR), con una nitidez que hace que Apple apunte que “es como tener un monitor Pro Display XDR en tu iPhone”.
La firma de la manzana mordida sigue discriminando las gamas en lo que respecta a la pantalla, dotando a la Pro con tecnología OLED, mientras que el iPhone 11 hereda la pantalla LCD del XR, una hábil manera de segregar los mercados. En realidad, Apple ha elevado el listón del comprador de un teléfono premium en prestaciones, pero lo ha bajado en precio para el comprador de un dispositivo de gama media alta.
En el resto del argumentario del dispositivo, nos volvemos a encontrar con mejoras comprensibles para el usuario: más duración de la batería, un procesador ultra rápido que mejora lo ya existente, y, atentos a esto, Apple sigue apostando ciegamente en el aprendizaje automático y el neutral Engine para disparar el rendimiento y reducir los tiempos de procesamiento.
La última gran baza, muy esperada y demandada por el mercado, llega en forma de carga rápida mediante USB-C… ¡por fin!
¿Merece la pena el salto?
Visto todo lo presentado por la compañía, llega la pregunta del millón dirigida a quien ya tiene un iPhone, sobre todo si es de la última hornada: ¿merece la pena actualizarse a este modelo?
Lo mejor en estos casos es dar una respuesta lo más ambivalente posible: ni sí ni no, sino que todo lo contrario.
Esto sí: si no renuevas tu iPhone XR o XS, seguro que sigues siendo un usuario feliz del dispositivo; si te decides a dar uso a tu tarjeta de crédito y das el salto al nuevo iPhone 11 Pro, dirás “¿cómo he tardado tanto en hacerlo?”.