Si has llegado hasta esta página es porque probablemente te interesa la tecnología. Fantástico: a nosotros también. Nos encanta, de hecho. Pero ¿podrías definir lo que es tecnología? La idea o noción es seguro que ya tienes, mas ¿qué es exactamente la tecnología?
Tecnología: Conjunto de teorías y técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico (RAE).
La tecnología es la ciencia aplicada a la resolución de problemas concretos. (Wikipedia)
Se puede decir que estas definiciones son bastante exactas y, como tal, lo dicen prácticamente todo: aquello que sea la tecnología siempre estará suscrito a la aplicación práctica de las ciencias, creando y diseñando objetos (o bienes, o sistemas) que hagan nuestra vida más fácil.
Pero ¿de verdad es esto la tecnología? ¿Algo concebido para hacer nuestra vida más fácil? ¿Siempre es así? En las siguientes líneas queremos reflexionar un poco sobre esto. Postular que la tecnología ayuda –y debe ayudar– a la vida de todos, ejemplificándolo con una interesantísima actividad llamada El Camino de los Satélites, en el cual el milenario Camino de Santiago se hace accesible para todos gracias al uso de la tecnología.
Un camino para crecer, dialogar, reflexionar… Sucede que la vorágine del presente tecnológico nos hace perder la perspectiva, pero créenos: en su definición, la tecnología se vale del conocimiento científico para ayudarnos a resolver algunos problemas.
Pero claro: la última vez que te peleaste con tu impresora o con el servicio robótico de atención al cliente de tu compañía de celular/banco/internet/cable, es seguro que esa facilidad brilló por su ausencia.
Pero incluso antes que la facilidad, se suele pasar por alto algo aún más fundamental: la vida. Desde que el hombre tomó una piedra o un palo para emplearlo como herramienta (para cazar, para apoyarse, para defenderse), creó la técnica. El ser humano es increíble, sí: pero está lejos de ser perfecto. Necesita no solo de otros humanos, sino también de una serie de objetos y técnicas para poderse desenvolver en el mundo y desarrollar su potencial como persona.
Si fuésemos dioses, todo sería distinto. Pero caramba: no lo somos, y de ahí la inquietud, la curiosidad, la creatividad, el desarrollo, los frutos de la ciencia y –por supuesto– de la tecnología.
De vuelta a una tecnología para la vida
“Yo, cuando a veces doy conferencias, pido a todos los asistentes que se pongan de pie. Pido entonces que se sienten las personas que están embarazadas. Después, que se sienten las que utilizan gafas. Después pido que se sienten aquellos que tienen algún problema de salud o físico, y así sucesivamente. Al final, queda en pie una, o dos personas como máximo” – nos cuenta Enrique Varela, presidente de Funteso (Fundación de tecnología social). Con este simple ejercicio demuestra un asunto capital: la ausencia de problemas o limitaciones está lejos de ser lo común y normal en nuestro entorno habitual. El humano perfecto no existe, aunque muchos productos que se crean hoy en día parecen diseñados para personas sin problemas. ¿El resultado? Productos que fallan. Y aún peor: personas que se frustran.
Incentivar una tecnología para la vida es el norte de Funteso. Creada como Fundación en 2008, tiene como misión es empoderar a las personas, mejorar su entorno con tecnología responsable y alineada con los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de Naciones Unidas.
Así vistas, sus intenciones son simples, elementales: poner al ser humano (sociedad) como principal beneficiario del desarrollo tecnológico; ponerlo al humano como fin –y no como un mero consumidor– de la tecnología, y haciendo que ésta le ayude a vivir mejor, sobre todo si este humano cuenta con algún tipo de discapacidad o diversidad funcional.
Pero en los días del streaming, el 5G, las redes sociales y los microprocesadores, ¿tiene en verdad sentido hablar de una tecnología social? ¿Acaso no existe ya?
Varela no considera así, al menos, en un principio. “El problema es que se suele diseñar la tecnología pensando en esa persona que no existe: esa persona rubia, alta caucásica, que lo tiene todo”, apostilla, y no cuesta encontrarle razón: “O se hacen cosas como las lavadoras de carga frontal, por ejemplo, diseñadas para tener que agacharte y meter la ropa. O el teclado qwerty, diseñado para poner los diez dedos, sí: pero en una pantalla de cinco pulgadas”.
(Lo del teclado resulta evidente, pero lo de las lavadoras muchos no lo habíamos pensado: ¿por qué tener que agacharse para meter la ropa? ¿Acaso no hay personas en este mundo con problemas de espalda? En realidad, ¿en qué demonios estaban pensando los que diseñaron las lavadoras con carga lateral?)
“Esto define lo contrario de una auténtica tecnología para la vida”, concluye Varela: “simplemente, se trata de una tecnología mal diseñada”.
It’s strictly business
Después de la revolución industrial, la creación y fabricación de productos dejó de ser un asunto exclusivo y pausado (artesanal), masificándose a la vez que un mercado de consumidores se abría para recibir (¡comprar!) esos nuevos productos. El desarrollo científico e industrial impulsó el desarrollo tecnológico, pero también creo el business, el negocio asociado no solo a la creación de nuevas tecnologías, sino también –y sobre todo– a su puesta en el mercado. A su venta.
Todo lo anterior está muy bien… hasta que estas creaciones comienzan a alejarse de su sentido primigenio, creando productos que muchas veces no pueden ser usados por una parte de la población. Esto resulta aún más apremiante en el caso de personas con limitaciones de movilidad, diversidad funcional o adultos mayores.
El trabajo de Funteso consiste justamente en convencer a las empresas de que una tecnología inclusiva no es limitante, sino que, al contrario, abre el mercado y beneficia el negocio. Periódicamente, Varela y su equipo realizan focus groups, reuniendo a gente común y corriente, adultos mayores y personas con distintos tipos de discapacidad para preguntarles qué le agregarían a un celular o a algún otro gadget. Después, se reúnen con las empresas: “Tratamos de convencerlas de que, haciendo este tipo de tecnología, su cuota de mercado se ampliará, sobre todo si hablamos de gente mayor, que es la que está un poco más alejada de la tecnología, la que tiene más poder adquisitivo y, además, es la más numerosa. Esto es un business, claramente”.
Pero del dicho al hecho hay gran trecho. Con contadas excepciones (Apple, entre ellas), las empresas –tanto de creación como de implementación tecnológica– siguen teniendo la cultura del “lo hacemos, y ya después lo adaptamos”, sobre todo en nuestros países. Para Varela esto es un grave error, ya que “hacer las cosa bien y accesibles desde el principio no sale más caro, sino todo lo contrario. Pero esta idea cuesta venderla. Las compañías generalmente no se lo plantean sino hasta que llegas tú y se lo planteas. Ése es nuestro papel en Funteso”.
Hay una legislación existente, tanto en Europa como en los EE.UU., pero no siempre se cumple. ¿Por qué? En España, específicamente, las sanciones por no cumplirla no son muy altas, y muchas empresas prefieren “saltarse” la ley y pagar después las multas. En los EE.UU., por le contrario, las multas son más elevadas, y saltarse las normas no es precisamente “un buen negocio”.
El Camino de los Satélites
Organizaciones como Funteso están ahí para poner estos temas sobre la mesa. Visibilizar, “hacer ruido”, explicarse y explicar con hechos y obras. Muchas veces no vemos los beneficios de una tecnología inclusiva hasta que la vemos en acción. Y una excelente iniciativa que esta fundación ha creado es el Camino de los Satélites, un proyecto pionero destinado a mostrar como las tecnologías sociales pueden hacer accesible El Camino de Santiago a todos por igual.
Por si no lo sabías: el Camino de Santiago es una conocida ruta que recorren los peregrinos procedentes todas partes del mundo para llegar a la ciudad gallega de Santiago de Compostela, España, donde supuestamente se conservan las reliquias del Apóstol Santiago el Mayor. Durante la Edad Media fue una ruta muy concurrida; después fue ligeramente olvidada y en la época actual ha vuelto a resurgir con gran popularidad, llegando a ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco e Itinerario Cultural Europeo por el Consejo de Europa.
“Para demostrar cómo la tecnología puede empoderar a la gente, no hemos encontrado mejor escenario que este Camino milenario, muy popular en Europa y en buena parte del mundo. En el Camino de Santiago se anda, se aloja, se come, se habla y se conoce gente de todo el mundo. En rigor, prácticamente todas las actividades de la vida están representadas en él. Y nosotros lo hacemos accesible a todos”.
32 días andando, desde la frontera con Francia hasta Santiago de Compostela, 738 kilómetros de recorrido en total. Este año se hará con bicicletas de distintos tipos: eléctricas, movidas con las manos (handbikes) y otras especiales para personas con alguna diversidad funcional. Comenzando el 28 de septiembre desde Roncesvalles, por el llamado Camino Francés. Se hará en trece etapas, con trece «bicigrinos» que representarán 13 tipos de diversidad, además de 13 tecnologías punteras y nuevas. “Vamos a llevar también gente conocida para hacer ruido, para que todo el mundo conozca y entienda lo que es la tecnología para la vida.
La experiencia promete. El primer Camino de los Satélites, se realizó a pie en 2010 por el llamado Camino Francés, y en él participaron Miguel Induráin, Serafín Zubiri y otras 40 personas más. Este 2019 las mujeres son las que mandan: Ruth Beitia (atletismo), Joana Pastrana (boxeo), Sandra Sánchez (kárate), Teresa Perales y Mireia Belmonte (natación), Patricia García (rugby), Lidia Valentín (halterofilia), María López (hockey hierba), Laia Palau (baloncesto), Carmen Martín (balonmano), Carolina Marín (badminton), Ana Carrasco (motociclismo), Helia González y Vero Boquete (fútbol).
Elena Martín, de Sociograph, una de las empresas de tecnología social que participa en el proyecto, dijo que durante el Camino se encargarán de «monitorizar a los ciclistas de un tándem para ver, en tiempo real, sus respuestas fisiológicas, con el objetivo de obtener los niveles de atención y emoción de los tripulantes en la última etapa».
Inmaculada Pérez, directora de Salud de GMV, otra de las empresas de este proyecto con su producto ‘Antari’, hará una «tele-consulta ubicua en cada lugar con la que tener una asistencia a distancia utilizando la videoconferencia para recoger medidas en tiempo real de funcionamiento del corazón, pulso o tensión arterial».
“Al final de cada etapa tendremos muchas actividades; hablaremos de las tecnologías que hemos utilizado, se hará uso de una de ellas en cada etapa, etc. Por supuesto, todo aquel que nos quiera acompañar será muy bien recibido”.
Así que ya lo sabes.