Mucho se ha hablado de las consecuencias que pueden acarrear las multas establecidas en Europa contra Google por violaciones a la privacidad. Y a pesar de que el gigante de internet está lejos de desangrarse, las implicancias de estas sanciones -la tercera y última de ellas fue impuesta por Francia y fue cifrada en $57 millones de dólares- pueden influir en la legislación internacional, así como en la forma en que las empresas utilicen nuestros datos en el futuro.
Hoy, ninguna compañía quisiera estar en el banquillo de los acusados, que ha sido multada más de una vez en los últimos años.. Si bien la más reciente acción punitiva surgió por parte de las autoridades francesas, cualquier país podría basarse en su jurisprudencia para exigir la protección de los datos de sus ciudadanos frente al uso que les dan las firmas tecnológicas. Es también por ello que altos ejecutivos, como Sundhar Pichai y Mark Zuckerberg, han debido testificar ante el Congreso de los Estados Unidos.
El problema es que en la mayoría de los países existe un vacío legal para el sector tecnológico. Y es aquí donde los Estados Unidos podría perder una batalla importante si no se despierta pronto de su letargo. Es una verdadera paradoja que el propio país donde se fundaron las empresas de internet más exitosas del mundo carezca de controles y regulaciones, a diferencia de Europa, que ha avanzado enormemente en la protección de la privacidad de las personas.
Los legisladores estadounidenses han dejado mucho que desear cuando hablan acerca de temas tecnológicos. Buena parte de la responsabilidad es atribuible al cierre de la Oficina de Tecnología del Congreso (llamada Office of Tehcnology Assessment en inglés) en 1995, el órgano encargado de orientar e informar a los representantes en estas materias.
No parece tan difícil regular el uso de la información de los usuarios en la web. El sentido común indica que cada uno debería decidir respecto de lo que desea que se sepa de su persona. Por un lado, admitimos que debe utilizarse vocabulario legal en los términos de privacidad, pero también exigimos nuestro derecho a entenderlos, porque no todos somos abogados. En ocasiones, no es fácil comprenderlos o saber realmente cuál es el alcance que tienen estas empresas sobre tus datos.
La ausencia de estándares internacionales es evidente y, siendo sinceros, no parece haber voluntad de crearlos. Por desgracia, la protección de nuestra privacidad en la red seguirá dependiendo de los criterios (o descriterios) de cada país. Por ahora, no queda otra opción que mirar hacia Europa.