Llegué a Paper Mario: The Thousend-Year Door sin ningún tipo de expectativa, después de todo, era el primero juego de la serie que jugaría. Hice algunas historias para mi Instagram y entonces me comenzaron a llegar mensajes de varios amigos y conocidos que recordaban el juego, originalmente lanzado en 2004 en GameCube y hoy reeditado en Switch, con mucho cariño. Entonces mi expectativa creció y comencé a jugar. Vaya que me he divertido.
Para los nuevos como yo, Paper Mario: The Thousend-Year Door es un RPG. Uno bastante sencillo, especialmente si se le compara con prácticamente cualquier otro juego del género. Comienzas con Mario llegando a una ciudad porteña llamada Villa Viciosa. Desde que supe que iría a una tal Villa Viciosa comencé a creer en los mensajes que mis amigos y conocidos me habían enviado en Instagram. Al centro había una horca y a la vuelta un barrio de ladrones. ¿De verdad esto puede pasar la censura ramplona de Nintendo? Bueno, como sea lo hizo y estaba en Villa Viciosa. Pero como decía, es un RPG sencillito, así que Mario y la primera integrante de mi equipo, una goomba llamada Goombella, tenían stats muy entendibles: 10 de vida, 10 para ataques especiales y 10 para hacer un movimiento especial. Y cuando suben de nivel eliges subir en 5 puntos cualquiera de esos stats. Fácil, pues. Y luego está el combate, que es mitad elige qué hacer (atacar, usar un ítem, protegerte o saludar al público) y mitad estar atento para apretar un botón en el momento adecuado. No es ni de lejos algo similar al dinamismo de Final Fantasy VII Rebirth, un hack’n slash donde vuelan numeritos, pero definitivamente es más dinámico que jugar Final Fantasy IV.
Bueno, una vez que el juego te explica la mecánica de combate y personajes sumamente curiosos, comienzas a explorar Villa Viciosa. Cada cierto tiempo el juego te pone a explorar niveles que simbolizan un calabozo, donde tendrás que encontrar la salida, eliminar algunos enemigos y resolver algunos puzzles. Los que jugué me resultaron sencillos, pero entretenidos. Luego llegas al primer calabozo real del juego, el Castillo de Goombaba, donde pasé varios minutos tratando de llegar al otro extremo de un puente siendo un avión de papel —una de las habilidades de Mario—, solo para darme cuenta que la puerta de un castillo cuyo puente estaba partido en dos estaba abierta. Tal vez soy demasiado bruto, o tal vez a veces Paper Mario: The Thousend-Year Door puede ser confuso.
Pero aún cuando el juego me hizo sentirme realmente tonto por intentar una y otra vez algo que aparentemente es imposible, he disfrutado casi cada minuto de Paper Mario: The Thousend-Year Door, especialmente porque sus personajes y diálogos son hilarantes, y no es algo que note muy seguido en un RPG. Por ejemplo, en Villa Verde encuentras a una tortuga anciana que comienza a llamarte Darío en vez de Mario. Ahí mismo, un sujeto con pinta de truhán comienza a halagarte solo para después aclarar que se refería a Goombella. Si todo el universo de Mario Bros. está lleno de carisma, Paper Mario: The Thousend-Year Door hace gala de todo lo que nos gusta de la serie y le da un toque caricaturesco y pícaro.
Igual, hay ciertas cosas que evité. Por muy dinámico que resulte el combate al recorrer los escenarios hubo momentos donde preferí evitar los enfrentamientos. Pero eso sucede en prácticamente todos los RPG, ¿no?