La industria de los videojuegos no nació en un garage a mediados de la década de los sesenta como dictan los cánones de los grandes hitos tecnológicos, y tampoco ocurrió en California. La epifanía que dio origen a la primera consola de videojuegos quedó escrita en una libreta de notas mientras Ralph Baer, inventor de la Magnavox Odyssey, esperaba un autobús en una terminal en Nueva York.
Era 1966 y la televisión, un invento con apenas unos 30 años de existencia, vivía la revolución de la imagen a color. Entonces un inquieto inventor que hizo sus pininos en ingeniería eléctrica, en el ejército de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, vio la posibilidad de utilizar la televisión para una invención que no recibiría su nombre —videojuegos— sino hasta una década después.
Baer, un inmigrante alemán que llegó a Estados Unidos en 1938 huyendo de la ascensión nazi, trabajaba como jefe de ingeniería en Sanders Associates, una compañía contratista del Ejército. En sus ratos libres, imaginaba una “caja de juegos” para la televisión que habría de sintonizarse en el canal tres o cuatro, al que de manera simple llamaba canal “LP”, siglas de let’s play (juguemos).
Entre septiembre de 1966 y febrero de 1967, Baer y el también ingeniero Bob Tremblay trabajaron en un dispositivo prueba de concepto para mostrarlo a los ejecutivos de Sanders Associates. Baer presentó Chase, un juego para dos jugadores en el que el objetivo era perseguir un punto blanco. Herb Champman, director corporativo de Sanders Associates se mostró interesado y les otorgó $2,500 dólares de financiamiento a cambio de que siguieran “haciendo cosas interesantes”.
El financiamiento les permitió trabajar en un prototipo que llamaron “unidades de juego para televisión”. Luego de siete iteraciones, para 1968 terminaron con un dispositivo nombrado “la caja café” en alusión las cinta adhesiva que recubría la consola y que sería trasladada al diseño final en los bordes de la consola. La máquina, que entonces era llamada por la prensa especializada como “un producto misterioso”, desplegaba puntos de luz en una televisión que con algo de imaginación y unos tableros semitransparentes que se colocaban sobre la pantalla, eran presentados como juegos de tenis y el fundacional Chase, rebautizado como Cat and mouse.
Baer presentó una solicitud de patente el 15 de enero de 1968 que fue otorgada el 21 de agosto de 1969 a la compañía de televisores Magnavox bajo el nombre de Odyssey y llegó a las tiendas en septiembre de 1972. Su debut causó un gran revuelo en la industria del entretenimiento, que nunca había visto algo como lo creado por Baer: un aparato electrónico para la televisión que emitía puntos de luz manipulables por controles con perillas.
Un producto misterioso
Según los cálculos de Magnavox, se vendieron 330,000 unidades del Odyssey. Y si bien antes del Odyssey existieron videojuegos como Computer Space —la primera máquina de videojuegos tragamonedas— el primigenio Spacewar! del MIT, el Odyssey creó el concepto de la consola de videojuegos. Incluso los controles y accesorios que una década después serían icónicos, como la pistola Zapper del Nintendo Entertainment System, tiene su origen en Odyssey.
Y aunque el éxito comercial del Odyssey fue moderado, culturalmente fue la primera pieza la reacción en cadena que creó la industria del videojuego. De hecho, Nolan Bushnell, quien a la postre fundó Atari —el primer lugar común de los videojuegos— vio el Odyssey en una demostración privada en mayo de 1972.
Dos meses después, Bushnell fundó Atari y para noviembre del mismo año, comercializó la consola Pong, un clon del juego de tenis de Odyssey.