Los estrictos protocolos de la Unión Europea en la regulación de los contenidos de internet, están amenazando a uno de los métodos más universales para navegar por la web para varios usuarios: las VPN.
En países como España y Reino Unido, la opción de utilizar una conexión mediante VPN ha aumentado en cifras exponenciales en los últimos meses, para saltarse las prohibiciones sobre la piratería del fútbol y la visualización de pornografía, que está regulada en UK por la edad de los usuarios.
El caso específico de Reino Unido es muy decidor: el regulador británico Ofcom publicó el Informe en línea de la Nación que muestra que los principales sitios porno sufrieron una caída en el tráfico tras la introducción de controles de edad obligatorios, mientras que el uso de VPN se disparó — pero ha ido disminuyendo de forma constante desde entonces, lo que podría aliviar los temores de que una Prohibición de VPN es lo siguiente en la agenda.
El efecto colateral británico: cuando la regulación da lugar a la evasión
El caso del Reino Unido ejemplifica perfectamente cómo la regulación bien intencionada genera consecuencias no previstas. La UK Online Safety Act (OSA), que entró en vigor en julio de 2025, impuso requerimientos estrictos de verificación de edad para acceder a contenido adulto en línea. En teoría, era una medida diseñada para proteger a menores. En la práctica, causó un aumento explosivo en las descargas de aplicaciones VPN: entre el 25 y 27 de julio de 2025, el tráfico de VPN creció entre 1.327% y 2.000% respecto a las semanas previas. Solamente en el primer semestre de 2025, se registraron más de 10,7 millones de descargas de aplicaciones VPN en Reino Unido, posicionando al país como líder mundial fuera de Asia en adopción de VPN.
Proveedores como NordVPN reportaron un aumento del 1.000% en nuevas compras durante el lanzamiento de la OSA, mientras que ProtonVPN experimentó un salto del 1.800% en descargas. Los números revelan que cuando los gobiernos democráticos intentan restringir el acceso a cierto contenido mediante verificación de identidad, los ciudadanos responden masivamente con herramientas que permiten evadir esas restricciones. El mensaje implícito: la población percibe estas regulaciones como invasiones a su privacidad, no como medidas legítimas de protección.

Prohibiciones explícitas: el modelo autoritario exportado globalmente
Si el debate británico gira alrededor de restricciones implícitas, otros gobiernos han optado por prohibiciones explícitas y contundentes. Rusia ha sido particularmente agresivo en esta frente. El presidente Vladimir Putin firmó leyes que prohíben VPN comerciales, con la justificación oficial de bloquear “contenido ilegal”, aunque la realidad es que busca eliminar herramientas que permiten a ciudadanos acceder a medios extranjeros y organizarse políticamente sin supervisión estatal. Desde la invasión de Ucrania en 2022, Rusia ha intensificado estas restricciones, bloqueando progresivamente los servicios VPN incluso en conexiones móviles, con apagones masivos durante 2025.
China, por su parte, implementó un sistema de control más sofisticado. El gobierno requiere que los proveedores de VPN obtengan una licencia oficial para distribuir sus productos dentro del territorio nacional, lo que efectivamente pone cualquier VPN bajo supervisión y control estatal. En contextos de crisis política o disturbios, las autoridades chinas tienen el poder de cerrar estas conexiones inmediatamente, utilizando la tecnología como instrumento de represión política.
Otros regímenes autoritarios han seguido este modelo. Irán ha intensificado el bloqueo de servicios VPN, particularmente durante protestas públicas o momentos de agitación política, utilizando Deep Packet Inspection (DPI) para detectar y ralentizar conexiones VPN. Vietnam, Argelia y numerosos países del Medio Oriente también han implementado restricciones progresivas a estos servicios.
Dónde se proponen y por qué: los argumentos oficiales vs. la realidad política
Las prohibiciones de VPN generalmente se presentan bajo tres argumentos oficiales: seguridad infantil, combate a actividades criminales, y protección de la soberanía nacional. El Reino Unido utiliza principalmente el primero. Peter Kyle, ministro de seguridad digital, declaró que “hay mucha más gente que está ahí para demostrar su edad de forma legítima. Así que encontrará un pequeño número de personas que utilizarán VPNs, la mayoría de ellos serán adultos”. Sin embargo, esto ignora que adultos también tienen derecho a privacidad.
Rusia y China combinan los tres argumentos. Moscow afirma que combate terrorismo y contenido extremista, mientras que Beijing señala protección de la seguridad nacional. Pero analistas independientes como Human Rights Watch han documentado que estas regulaciones se utilizan primordialmente para silenciar disidencia política, frenar información sobre derechos humanos, y mantener lo que Sarkis Darbinyan, abogado especializado en ciberseguridad ruso, describe como “el intento de convertir internet en una intranet controlada por el Estado”.
El argumento de “soberanía digital” es particularmente preocupante. Implica que los gobiernos tienen derecho a controlar completamente el flujo de información dentro de sus fronteras, eliminando la posibilidad de comunicación sin supervisión. Esto representa un cambio fundamental en cómo concebimos la relación entre ciudadanía y autoridad: no ya como una tensión negociada, sino como sometimiento total.
Ventajas de las VPN: más allá de la privacidad
Aunque los gobiernos presentan las VPN como herramientas para evadir regulaciones y acceder a contenido inapropiado, sus beneficios son significativamente más amplios. Una VPN encripta la conexión a internet del usuario, lo que significa que intermediarios como proveedores de servicios de internet, hackers en redes públicas, y autoridades no autorizadas no pueden ver qué contenido está siendo consultado. Para trabajadores remotos, esta protección es fundamental: muchas empresas requieren que sus empleados utilicen VPN para acceder de forma segura a servidores corporativos desde cualquier ubicación del mundo.
Las VPN también protegen contra el rastreo de publicistas y corredores de datos. Al enmascarar la dirección IP real, la VPN reduce la capacidad de empresas tecnológicas y anunciantes de construir perfiles de comportamiento detallados que luego son vendidos a terceros para publicidad dirigida. Para ciudadanos en regímenes censores, las VPN son “una defensa vital contra la censura”, permitiendo acceso a prensa internacional, redes sociales bloqueadas, y herramientas de comunicación, especialmente crítico para activistas, periodistas y minorías religiosas o sexuales.
Adicionalmente, una VPN protege datos sensibles como contraseñas y información financiera mediante cifrado de 256 bits, lo que las hace invaluables para transacciones bancarias en redes inseguras.
Desventajas de las VPN: el dilema de la confianza
Sin embargo, las VPN no son panacea. En primer lugar, presentan inconvenientes técnicos: el proceso de encriptación puede ralentizar la velocidad de conexión a internet, algunos servicios de streaming bloquean activamente usuarios de VPN, y la compatibilidad con ciertos dispositivos puede ser problemática. Pero el problema más grave es el de confianza.
Toda la información del usuario fluye a través de los servidores del proveedor VPN. Si ese proveedor es de dudosa reputación, malicioso, o compromete la seguridad de sus sistemas, los datos del usuario quedan completamente expuestos. Algunos proveedores de VPN gratuitos han sido documentados vendiendo datos de usuarios a publicistas o, en casos extremos, incluso a autoridades gubernamentales. Incluso si un proveedor promete no almacenar registros (no-log), existe un riesgo inherente de que sean hackeados y los datos se filtren.
Las consecuencias: hacia un internet fragmentado y controlado

Si las tendencias actuales continúan, el mundo enfrenta el riesgo de una internet fundamentalmente transformada. En lugar de una red global interconectada, veríamos la emergencia de internets nacional fragmentados, con gobiernos ejerciendo control total sobre qué información sus ciudadanos pueden acceder. La privacidad se convertiría en un lujo disponible solo para aquellos en democracias robustas o con recursos para protegerse.
Para trabajadores remotos, periodistas, activistas y ciudadanos comunes, una internet sin VPN significaría vivir bajo vigilancia constante. Los gobiernos podrían rastrear cada búsqueda, cada comunicación, cada transacción. Las empresas tecnológicas podrían perfilar aún más exhaustivamente el comportamiento humano. Los gobiernos autoritarios podrían eliminar la posibilidad misma de disidencia organizada.
La realidad inconveniente que los gobiernos no quieren admitir
Melanie Dawes, directora de Ofcom (la autoridad reguladora británica), reconoció públicamente en mayo de 2025 lo que es incómodo para cualquier gobierno: “Un joven de 17 años muy decidido que realmente quiera utilizar una VPN para acceder a un sitio que no debería, podría hacerlo. Los usuarios particulares pueden usar VPN. Nada en la Ley lo impide”. Esto subraya la realidad técnica: prohibir VPN es extraordinariamente difícil, especialmente en democracias donde la mayoría de empresas también dependen de ellas para operaciones seguras.
La verdadera prohibición de VPN requeriría tecnología de vigilancia y censura tan sofisticada como la que China ha desarrollado, un precio que democracias occidentales supuestamente no están dispuestas a pagar. Pero conforme los gobiernos observan cómo las VPN socavan sus agendas regulatorias, la tentación de cruzar esa línea crece. Lo que comenzó como debate sobre protección infantil en Reino Unido puede fácilmente transformarse en un precedente para controles autoritarios sobre la comunicación privada, especialmente si otras democracias siguen el mismo camino.