Ante el rápido desarrollo de la tecnología, se hace cada vez más evidente que la educación superior no está produciendo la cantidad de egresados necesarios para llenar las vacantes laborales que se crean con el desarrollo de nuevas tecnologías. Países como India, China, Corea del Sur y Japón encabezan la formación de los futuros líderes en esta área, pero eso no está sucediendo en todos los países. Es por este motivo que los los bootcamps empezaron a surgir alrededor del mundo y Latinoamérica no fue ajena a este fenómeno.
Con el fin de entender mejor el rol de estos programas, y conocer el impacto que han tenido, hemos entrevistado a la colombiana Ilana Milkes, CEO de World Tech Makers (WTM), una de las empresas de bootcamps pioneras en América Latina.
Un motor para el desarrollo
“Hay 74 millones de jóvenes en los mercados emergentes que no trabajan ni estudian y eso es un gran problema”, afirma Milkes. “Se proyecta que habrá cinco millones de vacantes en tecnología en el 2020 y es una realidad que las empresas no encuentran el talento porque las tecnologías son muy nuevas y no hay una formación tan rápida”, añade.
En ese sentido, los bootcamps son una buena apuesta para enfrentar este problema dado que se trata de cursos de inmersión rápida para desarrollar habilidades de programación. Por supuesto, el potencial que estos cursos tiene en países en desarrollo es alto, ya que brindan habilidades tecnológicas cruciales sin la necesidad de tener que pagar una costosa matrícula en una universidad y sin tener que sacrificarse años estudiando.
Pero los bootcamps no se limitan a dar cursos únicamente. También brindan plataformas para que los estudiantes y futuros empresarios puedan tener acceso a una red de apoyo. Esta es posiblemente la clave del éxito de WTM, que ha aprovechado estas redes para intentar garantizar un empleo a los estudiantes que terminen sus cursos.
WTM presume de tener entre un 95 y 100 por ciento de probabilidades de que sus graduados encuentren empleo, un factor muy importante para aquellos jóvenes que en la actualidad no trabajan o estudian y están buscando una alternativa que les garantice un futuro exitoso.
“Tenemos un programa llamado Aprendices donde llegamos a un acuerdo con las empresas para que contraten a los estudiantes cuando se gradúen, obviamente garantizando que haya unas condiciones mínimas de excelencia y compromiso” afirma Milkes. Esto es algo que resaltan varios de los estudiantes entrevistados, es decir, el tener acceso a una red de apoyo puede ser crucial para los proyectos de vida que tengan, ya sea para crear empresas o para conseguir empleo.
Tal es el caso de Johana Salinas, fundadora de Docmeti, una empresa que utiliza la tecnología para personalizar el cuidado de la piel. “Gracias a WTM soy líder de una fraternidad de mujeres que está enfocada en el estudio de la ciencia de los datos y embajadora de la organización Women in Data Science de la Universidad de Stanford” afirma.
En esencia, WTM ha logrado crear empleo, tanto de forma directa como indirecta, convirtiéndose en una empresa que utiliza la tecnología para cambiar el mundo. Y el mundo puede cambiarse de muchas formas: no solamente cubriendo las vacantes de tecnología que puedan surgir, sino también solventando otros problemas.
Un buen caso de éxito de WTM es el de Tarefa, una plataforma de servicios ideada por Felipe Campos quien antes de unirse al bootcamp era profesor en un colegio. Al terminar sus cursos en WTM creó su propia empresa, enfocada en la educación y tutorías para estudiantes en una plataforma online.
Campos afirma que las herramientas más útiles que aprendió fue el desarrollo de software, pero a su vez, el acceso a redes de emprendedores. Hoy en día, Tarefa cuenta con 17 empleados y espera que en un futuro su empresa sea un “hub” donde no solamente se brinden tutorías, sino que también acompañamiento al estudiante hasta alcanzar su primer empleo.
Pero no todos los casos de éxito se limitan a la creación de empresas. La ventaja de la tecnología es que esta nos conecta, aún cuando estamos en áreas remotas. Tal es el caso de Juan David Reyes, quien se autodenomina “nómada digital”, es decir, una persona que trabaja de forma remota y como freelance el 100 por ciento del tiempo. Reyes indica que, “además de aprender a programar, el valor más grande de un bootcamp es estar en un espacio, apoyado por un mentor, y compartir experiencias similares con otros estudiantes que están en el mismo camino”.
Las redes de emprendedores también han impulsado el crecimiento de WTM. Al acceder a la red Startup Chile y Cowork Latam, la empresa logró establecerse en más países, además de Brasil y Colombia. Hoy tienen presencia en Chile, México, España , Estados Unidos, entre otros. A su vez, una alianza con el Banco Mundial logró abrir las puertas de los bootcamps a sectores vulnerables y de bajos ingresos. Esto ha sido algo clave, ya que a pesar de que los bootcamps son mucho más baratos que la educación superior, continúan siendo inaccesibles para personas de bajos recursos, cuyo porcentaje es más alto en países en vías de desarrollo.
Milkes cuenta que todo empezó con una postulación que ganaron, y junto a esta institución llevaron su programa a uno de los barrios más pobres de Medellín. “Dábamos seis clases y en cada una de ellas había 20 alumnos. Son comunas tan alejadas que no tienen acceso a transporte público y que están en una pobreza absurda”, afirma Milkes. Sin embargo, había unos laboratorios que las empresas públicas locales habían construido, donde podían acceder a la internet.
Y a pesar de que el problema de la infraestructura estaba resuelto, había otros desafíos que ni ella ni los profesores habían anticipado. Muchos estudiantes llegaban a las clases sin haber comido y las condiciones de inseguridad de la zona eran tan grandes que llegaron a robar a los instructores incluso dos veces por semana. Aun así, continuaron trabajando y graduaron al 85 por ciento de los estudiantes.
“Uno de los chicos trabajaba en un call center de una multinacional y ahora está trabajando en otro rol en esa misma institución; otra chica trabajaba en una carnicería y ahora está empleada en una empresa de desarrollo”, indica Milkes. “Fue un año muy retador, pero haber logrado graduar al 85 por ciento de los alumnos fue algo muy reconfortante”, agrega al terminar de narrar esta experiencia que la marcó profundamente.
Un modelo de financiamiento que abre puertas
Mucho se habla de la educación superior gratuita a nivel mundial. Algunas personas se encuentran en contra, otras a favor y es en general un tema muy politizado. Cada área es diferente y en el caso de los bootcamps, Milkes piensa que es importante que las personas inviertan algo además del tiempo. “Tuvimos patrocinios del 100 por ciento, pero cuando te lo dan todo no necesariamente lo aprecias”.
Después de haber experimentado con varios modelos, están ahora empezando con uno llamado “income sharing”, que brinda la posibilidad a los estudiantes de pagar una cuota inicial y, posteriormente, pagar cuotas mensuales una vez ya hayan empezado a trabajar. “Esto permite que las barreras de entrada disminuyan y que seamos autosostenibles sin la necesidad de obtener financiamiento externo”, agrega Milkes.
Asimismo, WTM está puliendo su esquema de financiación para ajustarse a las realidades latinoamericanas. “En los Estados Unidos los bootcamps no cuestan menos de $6,000 o $7,000 dólares por un curso de seis meses. Nosotros estamos reestructurando nuestro modelo para que los bootcamps no tengan un costo mayor a los $2,000 dólares en total”.
En el contexto colombiano, no es una inversión barata teniendo en cuenta que el salario mínimo mensual en el país es de $260 dólares. Aún así, comparando este costo con el de las universidades privadas y las dificultades para acceder a las universidades públicas, sigue siendo una opción más viable para personas de bajos recursos. “Además, tenemos unas garantías de empleabilidad muy altas”, afirma Milkes.
Pero $2,000 dólares puede seguir siendo un precio alto para muchos. Por eso, WTM ha creado una plataforma llamada bootcampsonline, que por alrededor de $30 dólares mensuales brinda acceso a clases en vivo y recursos actualizados. “Nosotros queremos que la mayor cantidad de personas tengan acceso a esto sin comprometer la calidad”, subraya Milkes al hablar de su estrategia y de cómo se compara su propuesta con respecto a la competencia.
Apostando por el futuro
La palabra “futuro” viene en muchas ocasiones acompañada por la palabra “niños” y en el caso de la tecnología, lo es aún más. Para nadie es un secreto que entre mayor acceso a herramientas tecnológicas tengan los niños, más rápida es la asimilación y familiaridad, así como las capacidades que puedan desarrollar cuando sean adolescentes y adultos.
Por eso, Milkes busca la forma de llegar a los más pequeños, no necesariamente a través de sus cursos en las grandes ciudades del mundo, sino también en zonas remotas donde no existe la infraestructura adecuada para tener instalaciones físicas y donde las velocidades de internet son muy bajas o simplemente no hay acceso a la red.
Cada área es diferente y en el caso de los bootcamps, Milkes piensa que es importante que las personas inviertan algo además del tiempo.
Con el fin de disminuir la infame “brecha digital”, que no es más que un reflejo de las desigualdades sociales, la colombiana creó otra organización llamada Nativo Digital que ganó un premio del Banco Interamericano de Desarrollo.
Nativo Digital (llamada Heartbit en inglés) envía Maker Kits de desarrollo a padres y niños en lugares remotos de su país natal como el Chocó o la Guajira. Estos kits son descritos como “experiencias educativas físicas combinadas con el software y los contenidos que pueden estar, o no, conectados a Internet”. Es, en esencia, un sistema educativo multiplataforma que estimula el aprendizaje STEAM (ciencias, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas por sus siglas en inglés).
La adopción de habilidades tecnológicas es crucial para el futuro de la próxima generación ya que, según Milkes, el 80 por ciento de los empleos en el 2030 tendrán bases tecnológicas.
Los kits son distribuidos a estudiantes de entre 4 y 18 años de edad. Cuenta también con una línea especial para jóvenes que tengan más de 18 años y que necesiten o quieran adoptar habilidades tecnológicas. La iniciativa es apoyada por reconocidas instituciones educativas como el Massachusetts Institute of Technology y el Tecnológico de Monterrey.
En funcionamiento
Teniendo en cuenta que el acceso a la educación de calidad y a la educación superior es en muchas partes de Latinoamérica un lujo, la labor que cumplen Nativo Digital y World Tech Makers no solamente ayudará a que las personas tengan las capacidades necesarias para ser productivas, sino también a que exista esta oportunidad que anteriormente mantenía la tecnología fuera del alcance de muchas personas en la región.
Según un informe del Banco Mundial, “algunas de las causas de la elevada tasa de abandono (de la educación superior) incluyen la falta de preparación académica, debida en parte a la educación de baja calidad que reciben en la escuela secundaria, y la falta de medios económicos entre alumnos de escasos recursos. También puede deberse a la larga duración de algunos de los programas, así como a la falta de flexibilidad para cambiar de carrera”. Como lo hemos expuesto durante este escrito, estas causas están intentando ser aliviadas por iniciativas como las de Ilana Milkes.
Cambiar el mundo por medio de la tecnología no solamente requiere de tiempo y esfuerzo, sino que, además, es necesario entender el entorno para poder identificar oportunidades, hacer mucho más que aliviar y tratar la raíz del problema.