Un fenómeno tecnológico sin precedentes está redefiniendo el panorama digital: por primera vez en una década, el tráfico generado por bots impulsados por IA ha superado la actividad humana online, con 51-52% del tráfico global proveniente de fuentes no humanas según el reporte Bad Bot Report 2025 de Imperva.
Este cambio refleja la proliferación de herramientas de IA accesibles como ChatGPT, Google Gemini, Perplexity AI y ByteSpider Bot. Aunque muchos bots son benéficos (rastreadores de búsqueda, indexadores de contenido), el lado oscuro es alarmante: aproximadamente 37% de todo tráfico internet corresponde a «bots maliciosos», con intención de defraudar, hackear o espiar.
Los bots malintencionados ahora constituyen el 20% del tráfico total, generando daños estimados en cientos de miles de millones dólares anuales. ByteSpider Bot es responsable de 54% de ataques habilitados por IA, seguido por AppleBot (26%), ClaudeBot (13%) y ChatGPT User Bot (6%).
Las implicaciones económicas son profundas: bots generan visualizaciones falsas, clics simulados e impresiones fraudulentas que inflan métricas web usadas para valorar empresas tecnológicas. La distorsión de datos de conversión, duración de sesión y análisis similares significa que compañías están pagando por tráfico que nunca representó usuarios reales.
Los sectores más afectados incluyen viajes, comercio electrónico y publicidad digital. Los ataques dirigidos a APIs alcanzaron 44% del tráfico bot avanzado, permitiendo a ciberdelincuentes automatizar fraude a escala masiva.
La hipótesis de que internet es «cada vez menos humana» se formaliza académicamente como la Dead Internet Theory (DIT), concepto que ha sido objeto de revisión exhaustiva por investigadores de universidades estadounidenses. La teoría propone que gran parte de internet, especialmente redes sociales, está dominada por actividad no-humana: bots, contenido generado por IA, y algoritmos corporativos que priorizan métricas de engagement sobre autenticidad.
Esto es un problema mayúsculo, por primera vez en la historia de la humanidad, buena parte de los grandes relatos están siendo construidos casi cien por ciento por máquinas, IA y entidades que no sienten, no piensan, ni comprenden todo el contexto humano.
La mayoría de los artículos generados por máquinas nunca serán leídos por un humano, y la mayoría de los bots nunca buscan una audiencia humana. En este nuevo panorama, la comunicación humana se convierte en una lengua minoritaria en un mundo que ya no está diseñado para la comprensión humana.
El otro extraño fenómeno que está validando internet, es que los mismos seres humanos se sienten más comprendidos por bots y la IA, ya que no los juzgan, son más amables, los «escuchan» y les dan consejos y no son un terreno hostil como la mayoría de las redes sociales dominada por el hombre y la mujer.
Este giro marca el fin de una era donde Internet era predominantemente humano. La caída de barreras técnicas para crear bots sofisticados, combinada con ambición criminal, ha invertido fundamental la composición del tráfico digital. La consecuencia: vigilancia y fraude sin precedentes, métricas que no reflejan realidad económica y un entorno online donde las máquinas dictaminan la realidad numérica que humanos perciben.