Este viernes 6 de abril se celebra Viernes Santo en los principales países de Latinoamérica y España, donde se recuerda la pasión y muerte de Cristo. Tras considerar opiniones de médicos, historiadores y arqueólogos, el teólogo Paul S. Taylor recreó cómo murió Jesús y qué afecciones presentó previo a la crucifixión. Reconocido como el hijo de Dios por los cristianos, “sufrió una de las formas más duras y dolorosas de pena capital jamás imaginada”, señaló el experto.
Durante la “agonía” descrita por sus discípulos en la noche anterior, el predicador oriundo de Nazaret sudó sangre, por lo que pudo haber experimentado hematohidrosis. Se trata de una “enfermedad rara y enigmática con episodios de sangrado cutáneo autolimitado”, según la Revista Cubana de Hematología, Inmunología y Hemoterapia.
De acuerdo con una investigación liderada por César Valdés Sojo, se caracteriza por “la presencia de sangre en el sudor, aunque también las lágrimas pueden contenerla”. Su ocurrencia está ligada a la congestión de los vasos sanguíneos de la membrana basal de la piel alrededor de las glándulas sudoríparas.
El mismo documento indica que se trata de una “respuesta fisiológica a situaciones de estrés máximo”. Los casos se han manifestado preferentemente “en momentos de certeza de muerte inminente y dolorosa”.
Posteriormente, Jesucristo fue castigado por soldados romanos con látigos diseñados para cortar la carne de las víctimas. Los golpes le habrían causado concentración de líquido alrededor de los pulmones, añadió Taylor en Christian Answers.
La corona de espinas pudo “irritar con gravedad los nervios más importantes de su cabeza, causando un dolor cada vez más intenso y muy agudo”, fundamentó. El líder también pudo presentar abundantes hemorragias y una aguda deshidratación. “Esta tortura brutal ciertamente le habría llevado a lo que los médicos llaman colapso (shock)”, señaló el teólogo.
En un artículo titulado “Cómo murió Jesús: las 18 horas finales”, el perito médico Frederick Zugibe se refirió a la crucifixión. La perforación con un clavo del nervio medio de las manos habría originado un “dolor intenso, ardiente y horrible”, postuló. Algo similar ocurriría con el nervio plantar del pie.
Con todo, la posición en la cruz le habría hecho prácticamente imposible respirar. En La vida de Cristo, el clérigo británico Frederic Farrar afirmó que la crucifixión incluyó “vértigo, calambres, sed, inanición, falta de sueño, fiebre, tétanos, vergüenza”.
Citado por Taylor, Zugibe explicó que Jesús murió tras la pérdida de sangre y líquido, el trauma por sus heridas y una sacudida cardiogénica. En tanto, el fisiólogo Samuel Houghton postuló que su corazón colapsó, lo cual hizo aflorar un chorro de sangre cuando un soldado le clavó su lanza.