Pasar tiempo en el espacio exterior afecta a los astronautas de maneras que continúan sorprendiendo a los científicos, alterando su estatura, su vista, su estructura ósea, y -según se acaba de descubrir- hasta su propio ADN.
El astronauta Scott Kelly estableció un récord permaneciendo en el espacio durante más tiempo que ningún otro ser humano hasta el momento, en el vuelo espacial más largo de la historia. Obviamente esa experiencia fue transformadora, y sus genes parecen confirmarlo, literalmente. La NASA informó que un estudio realizado en Kelly y su hermano gemelo idéntico, descubrió que pasar casi un año en el espacio cambió significativamente el ADN del astronauta.
Los resultados completos fueron publicados en la revista Science, y mostraron que Scott Kelly experimentó numerosos cambios fisiológicos y cromosómicos durante su larga estadía en órbita, incluidos los cambios en la expresión génica. Su sistema inmunológico se puso en alerta máxima, tanto cuando fue al espacio como al regresar a la Tierra. En otras palabras, su cuerpo actuaba como si estuviera bajo ataque. Mark Kelly, su hermano gemelo, sirvió como sujeto de comparación para el experimento.
Cuando el veterano de la NASA regresó a la Tierra, después de pasar 340 días seguidos a bordo de la Estación Espacial Internacional, los investigadores notaron inmediatamente que había crecido dos pulgadas de altura, debido en parte a las condiciones antigravitacionales de su entorno. Pero ahora, una serie nuevos estudios que comparan a Scott con su gemelo idéntico, Mark, quien también es astronauta de la NASA, pero quien se quedó en la Tierra durante el viaje de 340 días, han revelado que el viaje espacial tuvo el poder de alterar mucho más que su estatura.
“Los telómeros de Scott (tapas terminales de los cromosomas) en realidad se hicieron significativamente más largos en el espacio”, escribieron los investigadores de la NASA en un comunicado inicial, agregando que el astronauta tuvo cientos de “genes espaciales” activados, que alteraron su sistema inmunológico, la reparación del ADN, y las redes de formación de huesos.
Por otra parte, un optometrista de la Universidad de Houston, que analizó los datos previos y posteriores al vuelo de 15 otros astronautas que pasaron tiempo en la Estación Espacial Internacional, descubrió que la experiencia resulta en un cambio físico en la estructura de sus ojos. Si bien los astronautas demostraron tener una buena visión antes de su viaje al espacio, todos exhibieron la misma deformación física una vez que regresaron a la Tierra.
Este problema es llamado “síndrome neuro-ocular asociado a un vuelo espacial”, y fue detectado y medido con una serie de avanzados algoritmos. Sin embargo, esta investigación puede tener una aplicación para el resto de nosotros que no somos astronautas. Debido a la precisión de los algoritmos utilizados para analizar los escaneos de la retina, existe la posibilidad de que algún día se incorporen a la atención de pacientes regulares, para ayudar a detectar cambios increíblemente pequeños en escaneos de retina.
En cuanto a los astronautas, dudamos que aquellos que aman esta profesión decidan privarse de la posibilidad de realizar viajes espaciales debido a posibles riesgos marginales para su vista, o inclusive porque su estructura genética podría ser modificada, pero es un factor que posiblemente se tomará en cuenta para futuras misiones.