Un equipo de científicos de la Universidad de Warwich de Reino Unido observó por primera vez los restos del choque entre un planeta muerto y su estrella fenecida, una enana blanca.
Las observaciones, captadas por el telescopio espacial Chandra, constituyen la primera evidencia sobre el proceso de desintegración que involucra a una estrella y los planetas que la orbitan, un suceso que se prevé ocurra con la Tierra y el Sol en varios miles de millones de años.
“Esta detección proporciona la primera evidencia directa de que las enanas blancas acumulan los restos de viejos sistemas planetarios”, dijo en un comunicado Tim Cunningham, becario postdoctoral de la Universidad de Warwich y autor del estudio publicado en la revista Nature.
En el pasado, los científicos habían recopilado evidencia indirecta sobre qué ocurría con los restos de un planeta en desintegración y su precipitación hacia una enana blanca, un tipo de estrella que quemó todo su combustible.
Sin embargo, gracias a observaciones de rayos X logradas con el telescopio espacial Chandra, los científicos identificaron los restos de planetas calentados a más de un millón de grados Kelvin al caer sobre el núcleo de una enana blanca. Este proceso es conocido como acreción.
“En el pasado, las mediciones de tasas de acreción se obtuvieron mediante espectroscopía y siempre sobre modelos simulados de enanas blancas”, explicó Cunningham.
“La tasa de acreción es un modelo númerico que sirve para calcular la rapidez con la que un elemento se hunde en la atmósfera de la enana, lo que nos indica la cantidad que cae en su atmósfera. Con este dato, podemos calcular la cantidad de un elemento que había en el cuerpo observado, como un planeta, una luna o un asteroide”, agregó.
Según el experto, cuando un objeto cae al núcleo de una enana blanca, el material se calienta a una temperatura de entre 100,000 y un millón de grados Kelvin que, al enfriarse, producen rayos X que pueden ser detectados por telescopios como el Chandra.
“Calcular la tasa de acreción de esta forma nos permite estudiar un sistema moribundo para así, observar el probable destino de miles de sistemas expolanetarios, incluido nuestro sistema solar”, remató Cunningham.