Un equipo de científicos de la Universidad de California desarrolló un medicamento terapéutico para tratar la depresión a partir de una síntesis no alucinógena de la ibogaína, una sustancia prohibida en varios países.
La ibogaína es un alcaloide presente en la raíz de un arbusto africano llamado tabernanthe iboga, que por sus propiedades alucinógenas está incluido en el nivel 1 de la Ley de Sustancias Controladas en Estados Unidos, clasificación que incluye drogas como cannabis, heroína y DMT.
Sin embargo, numerosos estudios sugieren que varios alucinógenos, entre ellos la ibogaína y la psilocibina, podrían tener aplicaciones terapéuticas para tratar enfermedades como la depresión o usarse como auxiliares en el tratamiento contra adicciones a opioides. De hecho, algunas clínicas no reguladas ofrecen terapias basadas en ibogaína.
Esta es precisamente la tesis de los investigadores Lindsay Cameron y David Olsen de la Universidad de California, quienes en un estudio publicado en la revista Nature detallan las aplicaciones de una molécula sintética de la ibogaína que no produce efectos alucinógenos y que, en pruebas realizadas en roedores, eliminó la adicción al alcohol, la heroína e incluso mostró propiedades antidepresivas.
Los científicos explican que obtuvieron la molécula a través de un proceso denominado síntesis orientada a funciones, con el que obtuvieron una sustancia a la que llamaron tabernanthalog o TBG.
En una serie de experimentos, Cameron y Olsen dieron dosis de TBG a ratones adictos al alcohol y la heroína. La sustancia produjo un efecto prolongado de abstinencia sin efectos secundarios nocivos.
En otro experimento, los expertos vieron que el TBG produjo un efecto relajante en roedores que fueron sometidos a una prueba de nado de seis minutos, una actividad que señalan eleva los niveles de estrés en roedores. En sus observaciones, apuntan que los beneficios son comparables con la administración de ketamina.
A pesar de los resultados prometedores, Cameron y Olsen refieren que son necesarios más estudios para que el TBG sea un antidepresivo seguro para el uso humano.
No obstante, aseguran que “con excepción del 18-metoxicoronaridina [otro derivado sintético de la ibogaína], que actualmente se encuentra en ensayos clínicos fase 2, muy pocos análogos de la ibogaína han demostrado efectos terapéuticos con estos niveles de seguridad”.