En la prehistoria ocurrieron eventos curiosos que millones de años después se pudieron descubrir. Y un ejemplo de ello es un curioso fósil de calamar que, mientras devoraba a su presa, fue mordido por un tiburón.
El tiburón se alejó de la escena, pero el calamar y el crustáceo descendieron al fondo marino (que ahora corresponde a Alemania). Ahí quedaron hasta ser descubiertos por un coleccionista de fósiles en los años setenta. En 2019, un grupo de investigadores descubrió el ejemplar en una colección privada y lo adquirió para su posterior estudio.
Los resultados del análisis fueron publicados en el Swiss Journal of Paleontology y los investigadores indican que se trata de un belemnite, una especie extinguida que pertenece a la familia de los calamares. Mientras el belemnite saboreaba a su presa, no detectó la presencia de un tiburón, que le dio un mordisco letal.
Uno de los paleontólogs dijo a Live Science que este fósil es único porque en la actualidad solo existen una decena de fósiles de belemnites con partes blandas. Y que un fósil como este es posible porque “los depredadores tienen a ser más felices cuando comen, por lo que se olvidan de prestar atención a su entorno y al peligro”.
Además, gracias a este hallazgo se acuñó el término pabulita, que es una mezcla de las palabras pabulum y litos, que en latín significan comida y piedras, respectivamente. “Las pabulitas son usualmente restos incompletos de organismos que muestran rastros de depredación y que permiten conocer detalles anatómicos que de otra forma serían invisibles”, se explica en el estudio.