Si nuestro andar sobre la Tierra se remontara a varios cientos de millones de años y no a los 2.5 que dicta la arqueología —y si se cumplieran un montón de condiciones más, claro está— quizá daríamos cuenta de cómo lucía la Antártida como un destino tropical ubicado en pleno ecuador terrestre, y no como el continente gélido que conocemos en la actualidad.
Como somos una especie joven en comparación a la edad de nuestro planeta, solo podemos saber de ello por la evidencia geológica que un grupo de científicos internacionales condensó en un video que resume mil millones de años de movimientos tectónicos en apenas 40 segundos.
“En una escala de tiempo humana, los continentes se mueven centímetros cada año, pero como muestra el video, han estado por todo el planeta a lo largo del tiempo; la Antártida, hoy fría, helada e inhóspita, alguna vez fue un maravilloso destino para vacacionar sobre el ecuador”, cuenta a Euronews el doctor en geología Michael Tetley, autor del estudio publicado en Earth-Science Reviews y que proporciona un marco científico para comprender cómo nuestro planeta se volvió habitable y, con la mira puesta en el futuro, saber en dónde están los metales necesarios para un futuro libre de carbono, como el litio usado en las baterías.
“Nuestro planeta es único en la forma en que alberga la vida, pero esto solo es posible porque procesos geológicos como el movimiento de placas tectónicas proporcionan un sistema planetario de soporte de la vida”, explica otro de los autores, el profesor en geociencias de la Universidad de Sidney Dietmar Müller.
Y es que, si los movimientos ocurrieran a una fracción de la velocidad mostrada en el video, hablaríamos de una Tierra donde los sismos más terribles de los que tenemos registro serían apenas anecdóticos. “La Tierra es increíblemente dinámica, está en constante movimiento, pero este movimiento ocurre a la velocidad que las uñas crecen”, cuenta el doctor Sabin Zahirovic, otro de los autores del estudio.
Los expertos señalan que los datos concentrados en el estudio permitirán a otros científicos comprender varios de los fenómenos urgentes para nuestra supervivencia futura, incluido el cambio climático y la alteración de las corrientes oceánicas. Para la comunidad no científica, quedan las imágenes de cómo lucía nuestro planeta cuando los seres más avanzados eran primitivas bacterias.