Un análisis riguroso publicado en JAMA Network Open ha proporcionado evidencia empírica de lo que muchas familias sospechaban: la reducción deliberada del consumo de redes sociales genera mejoras clinicamente significativas en la salud mental de jóvenes adultos, particularmente en aquellos que presentaban síntomas moderados a severos de depresión al inicio del experimento.
Durante una semana de intervención controlada, investigadores registraron de manera pasiva la actividad digital de 295 participantes de entre 18 y 24 años, utilizando una metodología llamada “fenotipado digital” para evitar la autonotificación inexacta. Los hallazgos fueron contundentes: los síntomas de depresión disminuyeron en un 24,8%, la ansiedad se redujo en un 16,1%, y los problemas de sueño bajaron un 14,5% en tan solo siete días.
Lo particularmente interesante es que estos beneficios no provenían necesariamente de un menor uso general de pantallas. Aunque el tiempo dedicado específicamente a redes sociales cayó de aproximadamente dos horas diarias a treinta minutos, el tiempo total frente a pantallas en realidad aumentó un 4,5%. Los participantes simplemente reemplazaron el desplazamiento infinito en plataformas de redes sociales con otras actividades digitales: mensajería, navegación web, y videojuegos. Esta observación sugiere un paradigma importante que gana adhesión entre expertos: no es la pantalla en sí, sino cómo la utilizamos.
El Dr. John Torous, coautor del estudio, advierte que reducir el consumo de redes sociales “ciertamente no sería la primera o única forma de tratamiento” para problemas de salud mental, aunque reconoce que experimentar con estas intervenciones vale la pena. Esta cautela es pertinente, considerando que el estudio tiene limitaciones metodológicas, incluyendo la ausencia de un grupo de control de referencia y la falta de seguimiento a largo plazo.
Adicionalmente, el análisis reveló diferencias significativas en la dificultad de “desengancharse” de diferentes plataformas. TikTok y X (anteriormente Twitter) fueron las redes más fáciles de abandonar, con aproximadamente dos tercios de participantes lograron la reducción objetivo. En cambio, Instagram y Snapchat demostraron ser más pegajosas: el 67,8% de usuarios de Instagram y el 48,8% de Snapchat no consiguieron cumplir los objetivos de reducción durante el período de intervención.
Un hallazgo sombrío: la desintoxicación de redes sociales no mejoró los sentimientos de soledad entre los participantes. Para algunas personas, estas plataformas constituyen un canal vital de conexión social, y su eliminación puede producir efectos contrarios, reforzando el aislamiento precisamente en quienes más necesitan conexión.
Los datos coinciden con investigación anterior que demuestra que el uso excesivo de redes sociales (más de tres horas diarias) se correlaciona con niveles de ansiedad 22 veces más elevados comparado con usuarios que limitan su exposición a tres horas o menos. La comparación social negativa, el ciberacoso y la adicción emocional a estas plataformas emergen como mecanismos causales más relevantes que el simple tiempo frente a pantalla.