Desde la aparición de los teléfonos inteligentes y el crecimiento de las aplicaciones móviles, las que ofrecían un chat sin costo alguno demostraron ser una alternativa económica a la mensajería de texto SMS de los operadores, y WhatsApp es la opción favorita de muchos.
Esta aplicación de mensajería instantánea es la más popular en todo el mundo, con 2,000 millones de usuarios que acceden a la app de manera mensual. Y si bien antes solo ofrecía mensajes escritos, luego agregó funciones como las videollamadas y los mensajes de audio, que convirtieron a la app en un servicio completo para comunicarse.
Los usuarios quedaron maravillados con los mensajes de audio, ya que se trataba de una función que desplazaba a los servicios de telefonía clásicos. Sin embargo, mucho antes de la era tecnológica, esta misma idea existió en la década de los cuarenta con el curioso y olvidado servicio llamado Fonopostal.
El Fonopostal fue un servicio experimental que surgió en 1939 en Argentina, el cual permitía que las personas se enviaran mensajes de audio por correo con su respectivo remitente y destinatario, al igual que las cartas. Fue una innovadora forma de comunicarse pensada en las personas que no sabían leer ni escribir.
Claramente, el servicio utilizaba la tecnología de esa época para su lograr su objetivo. Es por eso que, en lugar de utilizar el teléfono y una red wifi como los dispositivos actuales, en esos años se recurría a unos discos con una cara de cartón y otra de acetato de 8 pulgadas a 78 rpm, aunque también había un formato con ambas caras grabables.
Estos discos, en vez de contener música como pensaríamos hoy, tenían la voz de una persona grabada por uno de sus lados. Entonces, la idea era que el destinatario contestara grabando su voz en el mismo disco, pero en el lado que estaba desocupado. Para ello el servicio utilizaba unos equipos de grabación móviles montados en vehículos especiales.
Por esa misma razón existieron bandas que grabaron sus discos en esas estaciones, para no pasar por un estudio de grabación, productores y todo lo que conlleva la realización de un álbum musical. Sin embargo, las cabinas eran pequeñas, y cuando se trataba de dos o tres músicos que iban a grabar, tenían que hacerlo con la puerta abierta, lo que generaba problemas en las oficinas.
Las grabaciones del Fonopostal eran en vivo. El remitente se colocaba dentro de una cabina y se comenzaba a grabar el disco. Y una vez que este estaba listo, se lo entregaban a la persona junto a la estampilla para que lo firmara y lo enviara.
De acuerdo con el medio argentino La Nación, había tres tipos de servicios: discos de 30 gramos, que costaba $1.18; discos de 60, con un precio de $1.32, y uno que incluía la otra cara del vinilo disponible para el receptor grabara su respuesta, de $1.50. Era un servicio caro, considerado que una carta normal costaba solo $0.05 (aunque no está claro si se refiere a pesos argentinos o dólares).
Finalmente, para escuchar el mensaje las personas que lo recibían colocaban el disco en una vitrola o gramófono. Este fue el dispositivo más utilizado para reproducir audio desde finales del siglo XIX hasta la década de los cincuenta del siglo XX.
En 1939, el jefe de Despacho Interno de la Dirección de Correos de la Administración Postal Argentina pensó que su forma de aprender idiomas, a través de discos, podría ser transformada en una nueva manera de servicio postal.
“Él estudiaba inglés escuchando discos y se le ocurrió que la gente pudiera intercambiar mensajes de la misma manera”, contó Andrés José Vera a La Nación, quien está a cargo de la Gerencia de Marketing Estratégico del Correo Argentino.
El servicio Fonopostal fue presentado por primera vez en el decimoprimer congreso de la Unión Postal Universal, que se celebró en 1939 en Buenos Aires, Argentina. Y si bien allí fue donde se oficializó, también existieron servicios similares en otras partes del mundo, como en Chile, donde se instauró el 4 de septiembre de 1941.
“Justo se realizaba ese año en Argentina el congreso mundial de la Unión Postal Universal y le pidieron permiso a la Presidencia, que mediante un decreto autorizó la instalación del servicio que aún no tenía nombre y se lo otorgaron durante el congreso”, dijo Vera.
“Se hizo una prueba piloto en el país. El mundo estaba en guerra, así que hubo países que no quisieron participar. Pero el sistema tuvo aceptación y se empezaron a hacer convenios con correos de otros países para que fueran transportados fuera de las sacas (bolsos) para evitar que se rompieran”.
“Para la época fue toda una revolución. Tengo entendido que había algo similar en Estados Unidos y en Inglaterra, pero se rompían los discos y tenían sus contratiempos, por eso el empaque y la forma de entregaba se copiaron de acá”, agregó Vera.
Como servicio aprobado por la Unión Postal Universal, este no estaba limitado a Argentina. De hecho, el Museum voor Communicatie de Países Bajos tiene una unidad con grabaciones que se utilizaron en las oficinas postales de 1939. Estas les permitieron enviar mensajes hablados a familiares en las Indias Orientales Holandesas.
Mientras tanto, solo en Argentina “en 1942 o 43 circularon unos 200,000 discos”, asegura Vera, y se utilizaba principalmente en las grandes localidades del país.
“También se utilizó mucho en la primera y segunda presidencia de Juan Domingo Perón, ya que las personas le mandaban por esa vía pedidos al general, le hacían canciones y le agradecían. Uno de los grandes receptores de este servicio fue la Presidencia de la Nación”, dijo el funcionario.
Lamentablemente, el servicio duró solo dos décadas y no logró masificarse porque era bastante más costoso que hacer una carta tradicional; la tarifa de un envío fonopostal era 20 veces más costosa.
Como dejó de ser utilizado el servicio fue descontinuado y terminó con la revocación de su uso decretada en el congreso de la Unión Postal Universal de Tokio, en 1969.
Sin embargo, de acuerdo con Vera, existe un par de dispositivos para grabar que aún se conservan. Uno está en el museo de las comunicaciones de Mar del Plata y otro en el Museo de las comunicaciones porteño pero que, al estar cerrado, tiene todo embalado y guardado en un depósito en el Mercado Central. Asimismo, existen unas estampillas conmemorativas de Fonopostal que son coleccionables (y muy costosas).