En junio de este año, Macky Sall, presidente de Senegal, encargó la construcción del Centro de Datos Nacional Diamniadio a unos 30 kilómetros de Dakar, la capital del país. Junto con el anuncio, Sall mencionó que todos los datos gubernamentales y las plataformas digitales serían trasladados de servidores extranjeros al nuevo centro con la intención de impulsar la soberanía digital de Senegal.
Sin embargo, la instalación, que costó 18.2 millones de dólares y consta de 506 metros cuadrados, fue financiada por un préstamo chino y construida por Huawei, que proporciona equipos y soporte técnico para esta obra.
Entonces, declarar la soberanía digital de Senegal, que está habilitada y financiada por China, es una contradicción para algunos observadores. Sin embargo, según indica Rest of the World, en realidad solo revela una parte de un problema mucho más amplio, el cual tiene que ver con la relación cada vez más intensa entre China y casi todos los países africanos durante las últimas dos décadas en el área de la tecnología y las telecomunicaciones. Además, muestra lo que podría ser el futuro de la economía en el continente.
Ese fue el tema prioritario de los diplomáticos y líderes tecnológicos que se reunieron en el Foro trienal de Cooperación China-África (FOCAC) esta semana, la plataforma más importante entre líderes chinos y africanos.
En 2018, FOCAC culminó con una promesa total de 60,000 millones de dólares por parte de China para respaldar numerosos proyectos de infraestructura importantes en África, con una combinación de préstamos y subvenciones suscritos por instituciones financieras de ese país, como el Banco de Exportación e Importación de China (China Exim Bank).
Esto, por supuesto, se desarrolló bajo el alero de la ambiciosa Iniciativa de la Franja y la Ruta de China (Belt and Road Initiative, BRI), la cual tiene el objetivo de construir carreteras, puentes y puertos en todo el mundo para conectar por completo al país asiático con la economía global. Es como una Ruta de la Seda, pero moderna.
En 2015, a este proyecto se le agregó el componente “Ruta de la Seda Digital” (Digital Silk Road, DSR) llamada así por el mismo Xi Jinping, presidente de China. Pero es la polémica evolución de esta ruta la que preocupa a los observadores de China y África, la cual incluye todo, desde comercio electrónico transfronterizo, ciudades inteligentes y aplicaciones de tecnología financiera hasta macrodatos, internet de las cosas, teléfonos inteligentes y cables submarinos.
Entonces, lo que preocupa es la influencia ilimitada de las empresas chinas que deben desarrollar cada paso del ecosistema digital en casi todos los países africanos, en especial para las compañías rivales de China en Estados Unidos.
Pero la pandemia en curso, que ha obligado a los gobiernos africanos y a sus ciudadanos a realizar todo de manera remota y en línea, desde el trabajo, la educación y la prestación de servicios gubernamentales, ha enfatizado la dependencia de África de la tecnología china.
Mientras tanto, los grandes proyectos de infraestructura, como ferrocarriles y aeropuertos —habilitados por una enorme deuda pública—, son objeto de un mayor escrutinio tanto en el país como en el extranjero.
“Muchos de los socios de China en África enfrentan dificultades financieras para pedir prestado más para los tipos de grandes proyectos de transporte y energía que vimos en la primera fase de BRI”, dijo Jonathan Hillman, autor de The Digital Silk Road: China Quest to Wire the World and Win the Future. En cambio, “los proyectos digitales son un poco más asequibles”, afirma.
Motolani Agbebi, investigador de la Universidad de Tampere en Finlandia, agregó que los proyectos digitales con frecuencia pueden parecer más políticamente neutrales. “Estos proyectos digitales a menudo pueden pagarse por sí mismos, a diferencia de las carreteras y puentes, donde frecuentemente hay un debate sobre cuánto cuestan”, dijo el investigador.
Y ese escenario para China es conveniente. Según los analistas, jugar un papel esencial en la transformación digital de África le da a China una base más sólida en los asuntos globales y crea nuevas oportunidades económicas para las empresas chinas.
“Para China, hay una agenda política más grande en juego, donde están dispuestos a utilizar una mayor expansión en África como parte de su impulso para establecer estándares tecnológicos de próxima generación”, dijo Eric Olander, editor en jefe de The China Africa Project.
En un libro blanco publicado por el consejo de estado chino dos días antes de FOCAC, titulado China y África en la nueva era: una asociación de iguales, China, como de costumbre, enfatizó su cooperación de “amistad” y “beneficio mutuo” con África. Sin embargo, también presentó su historial tecnológico en el continente con una claridad inusual, según Hannah Wanjie Ryder, una observadora de China-África y directora ejecutiva de Development Reimagined.
Las notas en cuestión incluyen la construcción de “más de la mitad de los sitios inalámbricos y redes de banda ancha móvil de alta velocidad del continente, tendido de ‘más de 200,000 km de fibra óptica” y “dar acceso a internet de banda ancha a 6 millones de hogares”. Asimismo, se menciona que 29 países africanos han elegido soluciones de servicios gubernamentales inteligentes de empresas chinas.
Si bien es una lista larga de contribuciones, muchos de estos proyectos no han sido coordinados por el gobierno chino bajo una visión de la Ruta Digital, pero eso no significa que no pueda involucrarse más tarde, dijo Ovigwe Eguegu, analista de políticas de Development Reimagined.
Muchos proyectos fueron liderados por empresas y empresarios chinos, y el gobierno se involucró más tarde con el apoyo crediticio del China Exim Bank, por ejemplo. “Las empresas privadas chinas, como Transsion y OPay, han demostrado lo que se puede lograr en África”, dijo Eguegu.
Transsion, con sede en Shenzhen, vendió casi la mitad de todos los teléfonos inteligentes en África el año pasado, mientras que OPay, la compañía FinTech (financiera y tecnológica) de tres años con sede en Nigeria –que pertenece al multimillonario chino Zhou Yahui—, ha acumulado millones de usuarios y ya está valorada en más de $2,000 millones.
De acuerdo con Motolani Agbebi, incluso la participación significativa de China en el sector de telecomunicaciones de África en realidad es anterior a la Ruta Digital. Entre 1999 y 2001, Huawei y ZTE comenzaron a trabajar constantemente en el continente con el apoyo de la “política de salida” de China, la cual promovió la internacionalización de las empresas chinas.
Ahora se ha hablado mucho más sobre la “soberanía digital” que sugirió el presidente senegalés Sall en junio, y los chinos han estado dispuestos a apoyar estos planes. Sin embargo, la soberanía digital también puede ser una palabra de moda vacía.
Según Olander, en los próximos años la inversión china se centrará en tecnología en países africanos y otros mercados emergentes. “El mundo se está volviendo mucho más pequeño para empresas como Huawei que están siendo expulsadas de los países del Norte Global. Así que regiones como África, aunque no son tan lucrativas, se han vuelto mucho más importantes”, afirmó.
Pero como dice Rest of the World, dependerá de los legisladores y gobiernos africanos asegurarse de que no otorguen por completo a las empresas chinas el control total de sus ecosistemas digitales. Si bien esta precaución debería aplicarse a cualquier socio extranjero, la profundidad de las relaciones de las empresas tecnológicas chinas en el continente africano podría poner al país asiático en una posición inusualmente poderosa para impulsar la influencia geopolítica de su gobierno.
Según Hannah Wanjie Ryder, los gobiernos africanos deberían aprender de la propia experiencia de China. En lugar de simplemente permitir que los socios chinos traigan expertos técnicos que se van después de construir plataformas digitales, estos gobiernos deberían asegurarse de que haya una transferencia significativa de conocimientos, retención del control corporativo y uso compartido de la propiedad intelectual.
“Deberíamos exigir empresas conjuntas con empresas tecnológicas chinas, como hizo China con empresas como IBM y otras en la década de 1980”, concluyó Ryder.