La lucha contra el dolor al parecer tiene un nuevo e inesperado aliado. Se trata de una toxina del ántrax que puede mitigar las señales neuronales que producen algún tipo de malestar físico.
Un estudio científico reciente descubrió que las proteínas producidas por la bacteria del ántrax pueden alterar las señales generadas por las células nerviosas. Esto ocurre cuando la proteína llamada antígeno protector (o PA, por sus siglas en inglés) interactúa con las células nerviosas y sirve como transporte para que el llamado factor de edema (EF) llegue también a la célula.
En un experimento llevado a cabo con ratones se comprobó que tanto el factor de edema como el antígeno protector son silenciadores efectivos de las señales que producen dolor. Para ello se inyectaron ambos componentes en la espina dorsal de los roedores; luego, el análisis comprobó que las toxinas bloqueaban las sensaciones de malestar físico producidas en el cerebro de los animales.
Issac Chiu, uno de los investigadores principales del estudio, explicó en New Atlas que el modelo se describe como una “plataforma molecular” que utiliza una toxina bacterial para trasladar las sustancias a las neuronas, lo que constituye un gran avance y un nuevo enfoque en relación a cómo se crean los analgésicos y la forma en que estos actúan en el cerebro.
El experimento además demuestra que un método similar basado en proteínas de transporte podría servir en el futuro no solo para atacar el dolor, sino para otros tratamientos que necesiten llevar un componente a un lugar específico del cuerpo. Hasta ahora, lo que se sabe es que en ratones este método resulta efectivo, pero serán necesarias mayores pruebas antes de convertirlo en un tratamiento para humanos.