A comienzos de diciembre, las autoridades sanitarias de Rusia comenzaron a aplicar de manera masiva la vacuna Sputnik V.
Durante la primera etapa, los profesionales de la salud tenían la prioridad para ser vacunados; de hecho, se abrieron cerca de 70 centros de vacunación especiales a lo largo del país, y pronto deberían inaugurarse varios más.
Sin embargo, CNN advierte que, hasta el momento, una cantidad mínima de funcionarios médicos ha querido suministrarse la vacuna, pues estaría creciendo la desconfianza hacia la Sputnik V.
“En esta etapa, no estoy lista para vacunarme, ya que la vacuna rusa no es transparente y su efectividad no ha sido probada”, asegura Viktoria Alexandrova, médica general de San Petersburgo citada por la cadena de noticias.
Los reportes dan cuenta de recintos vacíos ante la escasez de pacientes que acuden para vacunarse, lo que supone un problema grave, ya que cuando se abre y descongela un vial debe utilizarse de manera completa, es decir, las cinco dosis que contiene, de lo contrario, las vacunas restantes deben ser desechadas.
¿Por qué tanta desconfianza?
Por una parte, los médicos probablemente no están de acuerdo con el sentido político que se la ha dado a la Sputnik V y la ven como una suerte de peligrosa arma propagandística más que como un fármaco para combatir el COVID-19.
Las otras dudas pudieron surgir porque, efectivamente, el proceso por el que ha pasado la vacuna ha sido poco claro: ni siquiera han sido publicados los resultados de la fase tres, los cuales deberían mostrar la seguridad y eficacia de la vacuna.
Si bien la fuente oficial señala que la Sputnik V posee una efectividad del 91 por ciento, estos datos aún no pueden ser confirmados por la comunidad internacional.