El Gobierno de Japón formalizó su decisión de verter el Pacífico las aguas contaminadas que se almacenan en la accidentada planta nuclear de Fukushima, las cuales serán tratadas para retirarle la mayor parte de los elementos radiactivos.
La medida fue anunciada en medio de protestas de grupos de ambientalistas, organizaciones no gubernamentales y pescadores de la región de Fukushima, que temen que los daños a su reputación representen un golpe contundente a la economía local.
En días pasados, un informe publicado por el diario The Japan Times había adelantado que la decisión sería oficializada el martes 13 de abril ante la urgencia de desechar el agua, pues los tanques donde se almacena el líquido contaminado llegarán al límite de su capacidad en 2022.
El líquido proviene de la lluvia, el manto subterráneo y las descargas de agua que las autoridades inyectaron a la planta para enfriar los núcleos de los reactores que entraron en fisión tras el terremoto y el tsunami del 11 de marzo de 2011.
El Gobierno japonés estima que actualmente hay almacenados alrededor de 1.22 millones de metros cúbicos de agua; el límite de la capacidad de los tanques es de 1.37 millones de metros cúbicos.
De acuerdo con el primer ministro, verter el agua en el Pacífico es la mejor alternativa para deshacerse de esta, luego de descartar otros planes como vaporizarla o almacenarla a largo plazo.
Japón señala que el agua será tratada para retirar la mayor parte de los materiales contaminantes, aunque reconoce que es incapaz de separar el tritio, un isótopo que según expertos es peligroso para la salud humana en dosis altas.
Pescadores y ambientalistas se oponen
El plan de verter en el Pacífico el agua radioactiva usada para enfriar la planta nuclear de Fukushima enfrenta críticas de grupos de ambientalistas, países vecinos y también pescadores locales.
El diario Japan Times señala que la Federación Nacional de Cooperativas y Asociaciones Pesqueras de Japón ha manifestado en reiteradas ocasiones su negativa a apoyar el plan del primer ministro Yoshihide Suga, quien insiste que lanzar el agua al océano es el plan más realista.
Al rechazo también se han sumado China y Corea del Sur, que todavía restringen las importaciones de productos comestibles procedentes de Fukushima.
Pese al rechazo, hace décadas países como Estados Unidos, Reino Unido y la extinta Unión Soviética vertieron miles de barriles con desechos radioactivos en aguas del Atlántico Norte y el Pacífico.
Expertos en seguridad nuclear advierten que un solo bequerelio (la unidad que mide la actividad radioactiva) detectado en nuestro cuerpo tiene capacidad suficiente para dañar una célula hasta volverla cancerosa.
Los niveles de radiación en el mar de Fukushima meses después del desastre nuclear de 2011 eran millones de veces más alto que el límite permitido de 100 bequerelios.