Eran las 3 de la tarde y estaba ya agotado: uno odia particularmente los parques temáticos, pero con el calor que hacía y extenuados, decidimos entrar en una sala abovedada de cine del parque para ver un documental “del espacio”, según me dijeron. Más resignado que agotado, me senté en ese cómodo sillón y observando la pantalla en bóveda que me rodeaba me quedé sin palabras con la proyección de Cosmic Collisions y lo entendí todo: sin la Luna, no existiríamos, o al menos, no en la forma ni hábitat que ahora conocemos.
Se celebra ahora precisamente el 50° aniversario de la misión Apollo 11, o lo que es lo mismo, de la primera ocasión en la que el ser humano pisó por primera vez nuestro venerado satélite. El épico acontecimiento tuvo lugar el 20 de julio de 1969, cuando la tecnología y los desarrollos nos parecen ahora irrisorios, pero… ¿sabes una cosa? Pese a todos los medios y avances actuales, no hemos vuelto a pisar la Luna, lo que otorga más relevancia, si cabe, a lo logrado por la NASA y sus protagonistas, Neil Armstrong y Buzz Aldrin.
Pese a todos los medios y avances actuales, no hemos vuelto a pisar la Luna, lo que otorga más relevancia, si cabe, a lo logrado por la NASA y sus protagonistas, Neil Armstrong y Buzz Aldrin.
La Luna, ese gran imposible
Y ahora que celebramos el aniversario de un hito que no ha sido repetido, estamos inmersos en misiones aparentemente más ambiciosas, como ir a Marte. Elon Musk y otros genios de nuestro momento se han embarcado en planes multimillonarios para visitar el planeta rojo omitiendo que la Luna sigue estando ahí, totalmente ignorada en las misiones espaciales con presencia humana. ¿Por qué no se ha vuelto a la Luna? No hace falta que te recordemos que las misiones espaciales suponen un desembolso tan elevado de dinero que son pocos los países que pueden permitírselo, y claro, una vez desembolsado ese dinero, se requiere cierto retorno de la inversión.
En las sucesivas misiones Apollo, ese retorno era claro: el país que lograra enviar su primer astronauta (y regresar, claro) marcaría un hito en la historia de la humanidad y una vez alcanzada esta meta por Neil Armstrong y su equipo, Estados Unidos parece que perdió el interés en destinar más recursos en algo ya alcanzado. Marte parece un objetivo más ambicioso y actual, y en esto parecen estar de acuerdo el grueso de los astronautas: no se ha vuelto a la Luna por cuestiones políticas y presupuestarias (o viceversa, si lo quieres ver así).
Una vez pisada la Luna, ¿cuál sería el siguiente paso lógico en este satélite? Todos parecen coincidir que lo siguiente debería ser establecer una base permanente, semejante a la Estación Espacial Internacional, desde la que se pudieran llevar a cabo estudios y análisis sobre el terreno. Aunque no parece probable que esto suceda a corto o medio plazo: se estima que enviar una nueva misión a la Luna costaría 104,000 millones de dólares, una cifra que supone un riesgo político desmedido para quien la afronte y en una misión en la que no se aceptaría ni una sola baja humana.
Tan lejos, tan cerca, tan necesaria…
Asumida ya la parte racional que tristemente nos aleja de nuestro satélite, nos toca ahora recordar lo importante que es para nosotros y de hecho, nada sería igual en la Tierra. Jugando a ser adivinos, aunque con una importante base científica, sin la Luna las noches serían prácticamente negras y es que más allá de este satélite, la luz más brillante que llega por estos lares proviene de Venus, un reflejo del sol completamente insuficiente para lo que nos tiene acostumbrados nuestra fiel compañera. La ausencia de la Luna nos sumiría en la más profunda oscuridad en las noches, pero esto sería solo el comienzo de los problemas.
Se estima que debido a la ausencia de la Luna los días serían de tan solo seis u ocho horas; ahora haz cálculos de cómo sería tu jornada laboral y cómo variaría tu sueño. La ausencia de la Luna acabaría prácticamente con las mareas, que se quedarían en una tercera parte de lo que son ahora mismo, así que imagina las consecuencias que esto tendría en la geografía y orografía de las ciudades más costeras. Pero la parte más terrible para nosotros sería un cambio climático que podría tener tremendas consecuencias para la vida en el planeta: las condiciones podrían ser extremas ya que la inclinación del planeta variaría (sí, de alguna manera la Luna nos sujeta ante el precipicio).
Pero posiblemente, lo que más echaríamos en falta es ese fiel testigo, compañero mudo, en las noches más oscuras del alma en las que todo parece perdido y nos basta echar un ojo al firmamento para recordar que ahí está nuestra fiel amiga, inasequible al paso del tiempo y las circunstancias. Realmente no necesitamos volver a pisarla, solo estar seguros de que siempre estará ahí iluminándonos y recordando que, después de todo, habrá un nuevo día lleno de luz.