Una cara de sorpresa como la de Javier Bardem en Dune es la que quizás estás colocando al leer esta noticia, ya que la carrera espacial y las posibilidades de expansión humana en exploraciones orbitales podrían mejorar mucho con una investigación de científicos de la Universidad de Cornell que se inspira en los Fremen de Arrakis.
En un nuevo estudio realizado esta semana, el equipo presentó un diseño para un traje espacial que recicla la orina en agua potable, al igual que los trajes que usan los Fremen. El traje debería permitir a los astronautas realizar caminatas espaciales más largas, entre otros beneficios, sobre todo pensando en caminatas fuera de las estaciones espaciales más prolongadas y la conquista de la Luna y Marte.
Este reciclaje, sin embargo, no es nuevo, ya que en la Estación Espacial Internacional los astronautas ya pueden reciclar el 98% de su orina en agua potable, pero no se había diseñado ni probado esta tecnología para el movimiento activo de los trajes, lo que obliga a los astronautas a llevar pañales y aumentar así las probabilidades de infecciones urinarias.
Los científicos de Weill Cornell Medicine y la Universidad de Cornell diseñaron un traje espacial ya han creado un prototipo del traje y han detallado su funcionamiento interno en un artículo publicado el jueves en la revista Frontiers in Space Technology.
«El diseño incluye un catéter externo basado en el vacío que conduce a una unidad combinada de ósmosis hacia adelante y hacia atrás, que proporciona un suministro continuo de agua potable con múltiples mecanismos de seguridad para garantizar el bienestar de los astronautas», dijo la autora principal Sofia Etlin, miembro del personal de investigación de Weill Cornell Medicine y la Universidad de Cornell, en un comunicado de Frontiers, editores de la revista.
El sistema portátil puede filtrar 500 mililitros de orina en unos cinco minutos, con diferentes métodos de recolección para mujeres y hombres.
«Nuestro sistema se puede probar en condiciones de microgravedad simuladas, ya que la microgravedad es el principal factor espacial que debemos tener en cuenta. Estas pruebas garantizarán la funcionalidad y seguridad del sistema antes de que se despliegue en misiones espaciales reales», dijo el autor principal Christopher Mason, profesor de fisiología y biofísica en Weill Cornell.