La necesidad de comunicarnos más allá de las fronteras de nuestro planeta ha acompañado al ser humano desde hace varias décadas.
En este sentido, un momento crucial ocurrió el 16 de noviembre de 1974 con el envío al espacio de un mensaje omnidireccional desde el Observatorio Arecibo en Puerto Rico.
El objetivo de este mensaje era llegar a un cúmulo de estrellas conocido como M13, situado a 25 mil años luz de nosotros, para ver si había vida extraterrestre capaz de escucharnos (y respondernos).
Este icónico mensaje fue diseñado, entre otros, por Carl Sagan y Frank Drake y contiene información sobre la situación del Sistema Solar, nuestro planeta y el ser humano.
Fue configurado de tal forma que un eventual receptor tuviera varias opciones para descifrarlo y comprenderlo.
De conseguirlo, habrá presenciado, por ejemplo, los números atómicos del hidrógeno, carbono, nitrógeno, oxígeno y fósforo, con los cuales se compone el ADN del homo sapiens, precisamente la especie que envía (enviamos) el mensaje.
También, este eventual observador podría conocer cuál es la altura promedio de un ser humano, la población de la Tierra, el Sistema Solar y una imagen del radiotelescopio de Arecibo y su diámetro.
Por su puesto, aún no obtenemos respuesta por este intento de comunicación y puede que tengamos que seguir esperando por muchos años más, ya que sólo en el viaje de ida hacia su destino, el Mensaje de Arecibo tardará 25 milenios en llegar.
A eso hay que agregarle el tiempo que tardaría un eventual mensaje de respuesta, otros 25 milenos.
Por lo mismo, se considera al Mensaje de Arecibo como algo simbólico, una demostración de los avances tecnológicos de la época más que un real intento por contactar vida extraterrestre.