En 2011, científicos descubrieron que las muestras de viento solar traídas a la Tierra por la misión Génesis mostraron que los isótopos de oxígeno en el Sol difieren de los que se hallan en nuestro planeta, la Luna y los demás cuerpos celestes y satélites del sistema solar.
Según los expertos, al comienzo de la historia del sistema solar, el material que más tarde se convertiría en planetas recibió una fuerte dosis de luz ultravioleta (esto podría explicar la diferencia).
En aquel momento, al preguntarse de dónde procedía dicha fuente de energía, surgieron dos hipótesis. Una de ellas señalaba que la luz ultravioleta emanaba de nuestro entonces joven sol o de una gran estrella cercana en la llamada guardería estelar solar.
Ahora, investigadores de la Universidad de Washington en St. Louis determinaron que lo más probable fue la segunda hipótesis.
“Sabíamos que nacimos del polvo de estrellas: es decir, el polvo creado por otras estrellas en nuestro vecindario galáctico era parte de los bloques de construcción del sistema solar”, explica en un comunicado Ryan Ogliore.
“Pero este estudio muestra que la luz de las estrellas también tuvo un efecto profundo en nuestros orígenes”, agrega.
Según los científicos, esta información estaba contenida en apenas 85 gramos de roca, una pieza de un asteroide encontrado como meteorito en Argelia, en 1990, llamado Acfer 094.
Los asteroides y planetas se formaron a partir del mismo material presolar, pero han sido condicionados por distintos procesos naturales.
Los bloques rocosos que se fusionaron para formar asteroides y planetas se rompieron y destrozaron, pero el asteroide del que proviene Acfer 094 logró sobrevivir durante 4,600 millones de años.
“Este es uno de los meteoritos más primitivos de nuestra colección”, dijo el coautor Lionel Vacher.
“No se calentó significativamente. Contiene regiones porosas y pequeños granos que se formaron alrededor de otras estrellas. Es un testigo confiable de la formación del sistema solar”, remata Vacher.