El 14 de septiembre de 2020 científicos de la Universidad de Cardiff publicaron un estudio en el que revelaban que habían encontrado rasgos de vida en Venus.
La noticia, que apareció en la revista Nature Astronomy, causó lógicamente repercusión a nivel mundial.
El equipo, dirigido por la astrónoma Jane Greaves, afirmó haber detectado fosfina en Venus, un gas que —en la Tierra— solo puede ser producido por organismos microscópicos vivos.
Para ser claros, los investigadores nunca afirmaron explícitamente la existencia de vida en Venus; simplemente señalaron que podría ser una explicación de la presencia de fosfina.
Pero solo un mes después, otro equipo de científicos refutó las conclusiones del estudio de Greaves, informó Gizmodo.
Tomaron los mismos datos que ocupó la investigadora de la Universidad de Cardiff, que fueron recopilados por el observatorio ALMA en el norte de Chile. Y procedieron a analizarlos.
Por más que lo intentó, el equipo holandés no pudo verificar los resultados informados en el artículo anterior de Nature Astronomy.
Al escribir su estudio, Snellen y sus coautores señalan que el procedimiento utilizado por el equipo de Greaves para estudiar los datos espectrales de ALMA era “incorrecto”, lo que daba como resultado una relación señal-ruido “espuria”.
Básicamente, Snellen y sus colegas afirman que el equipo de Greaves cometió errores de medición y de cálculo, lo que llevó a una conclusión infundada.
“Al menos un puñado de características falsas se pueden obtener con su método, dejándolos sin otra opción que concluir que el estudio de Greaves no proporciona una base sólida para inferir la presencia de fosfina en la atmósfera de Venus”, concluyeron.