Las grandes estrellas de la música son figuras con historias tan conocidas en tantos rincones del mundo, que resulta normal, común y comprensible que sus vidas se conviertan en materiales para dramas biográficos, o biopics. Sin embargo, no todas estas películas alcanzan el nivel de calidad que se espera de las mismas, como lo demuestra esta selección de peores biopics sobre músicos.
Si bien es aceptable adoptar ciertas “licencias creativas” para que un filme tenga una estructura dramática convincente y atractiva, también es cierto que algunas producciones acaban adoptando fórmulas que las hacen caer en clichés, por decir lo menos.
5 de las peores biopics sobre estrellas de la música
Back to Black (2024)
Comencemos con un ejemplo reciente, pero que fácilmente podría perdurar como una de las peores ―y más insultantes― biopics sobre músicos. Titulada por el segundo y último álbum de Amy Winehouse, cuya leyenda terminó demasiado pronto, la película dirigida por Sam Taylor-Johnson (de joyas como Cincuenta sombras de Grey) conserva la fórmula de cajón: seguir a la artista (interpretada dignamente por Marisa Abela) en sus primeros días, al igual que su ascenso al estrellato y su tragedia personal. El problema es que lo hace con una cinematografía plana, sin matiz alguno en el argumento, solo como para completar una serie de eventos en una lista. Y peor: Back to Black revictimiza a Winehouse, al explotar sus problemas mentales y de adicción, e incluso al reivindicar a las dos grandes figuras masculinas y problemáticas de su vida: su padre (interpretado por Eddie Marsan) y su esposo, Blake Fielder-Civil (Jack O’Connell). Es mucho mejor ver el documental Amny (2015), de Asif Kapadia.
Nina (2016)
Contar la vida de la “Gran Sacerdotisa del soul” es ya toda una proeza, sea cual sea el formato. Su complicado y polémico carácter, su faceta de activista y, más importante, su legado como músico son los ingredientes que se deben mezclar. Uno de los intentos (fallidos) fue la biopic protagonizada por una actriz de ascendencia latina (Zoe Saldaña), quien interpretó el papel casi como una caricatura en los años más penosos de su vida. No es posible describir de otra forma a este drama biográfico sobre Nina Simone (que su familia ha repudiado abiertamente y del que Saldaña se ha deslindado desde entonces). Es difícil saber qué estaban pensando los implicados, más allá de aprovechar el creciente star power de su actriz protagónica por Guardianes de la Galaxia. Pero existen pocas biopics tan irrespetuosas con sus sujetos. Para conocer realmente a Nina Simone, el documental What Happened, Miss Simone? es una mejor apuesta.
Judy (2019)
En esa misma línea, encontramos esta biopic sobre los últimos años de la actriz y cantante Judy Garland, tan recordada por sus roles en El mago de Oz y Nace una estrella (1954), como por ser, junto a Marilyn Monroe, el epítome de los abusos y depredación de la industria hollywoodense hacia sus estrellas femeninas. El problema de Judy es que adopta una perspectiva retrospectiva ―interpretada por Renée Zellweger en sus últimos años, con una carrera musical languideciente en Londres― para hacer un recorrido plano, casi monográfico, por una vida repleta de explotación que devino en el abuso de sustancias. Para una artista que suplicó a su público no dejarla caer en el olvido ―cosa que no ha sucedido―, es una película insultantemente olvidable, concebida únicamente para darle a Zellweger una estatuilla dorada. La táctica funcionó, al menos.
Stardust (2020)
Hay pocos artistas tan indefinibles como David Bowie, y es por eso que Stardust es una de las peores biopics de músicos. Es un proyecto que estaba condenado a fracasar desde que la producción no logró costear licencias para la música del artista. Enfocarse en un joven Bowie podría haber parecido una solución, pero no: Stardust se sitúa en la gira promocional del músico para su tercer álbum, cuando ya había escrito grandes canciones como “Space Oddity” y “The Man Who Sold the World”, en camino para inventar su personaje de Ziggy Stardust. A pesar de los loables esfuerzos del actor Johnny Flynn, es casi el equivalente de una biopic de David Bowie hecha por Hallmark, lo cual no podría ser la peor combinación del mundo. Y no te enseñará nada que el fenomenal documental Moonage Daydream (2022) no haga mil veces mejor.
Bohemian Rhapsody (2018)
Bohemian Rhapsody es la peor ofensora en la tendencia reciente de biopics de músicos que presentan versiones blanqueadas y descremadas de sus sujetos en un afán descarado por exprimirles algunos dólares más. Y ya decía bastante el hecho de que la versión originalmente planeada, con el cáustico Sacha Baron Cohen como protagonista y un guion del incisivo Peter Morgan (Frost/Nixon) fue cancelada por “diferencias creativas” con el actor protagonista. La versión final, un Frankenstein ensamblado por pedazos dirigidos por el conflictivo Bryan Singer y completados por Dexter Fletcher con una edición atroz, es el equivalente a una monografía blanqueada del polémico, conflictivo pero vulnerable y auténtico Freddie Mercury, presentado como caricatura extravagante por Rami Malek en lo que, esencialmente, es el lip-sync más penosamente glorificado de la historia.