Monstruos en el cine, hay de todo tipo, pero pocas producciones alcanzan la popularidad de las películas de asesinos seriales. Mientras que fantasmas, vampiros y similares provienen de la fantasía, los homicidas son muy reales: seres humanos, posiblemente muy cercanos a nosotros, cuyas vidas han salido terriblemente mal como para impulsarlos a cometer actos impensables.
Es quizá por ello que despiertan un morbo irresistible: a través de las décadas, el cine nos ha permitido acercarnos a ellos y a sus estremecedoras historias. Y a propósito de la popularidad de Longlegs: coleccionista de almas, vale la pena revisar otras películas de tipo: obras fundamentales, joyas infravaloradas y clásicos modernos.
M, el maldito (1931)
Muchos afirmarían que Psicosis (1960), de Alfred Hitchcock, y su perturbado villano, Norman Bates (Anthony Perkins, padre del director de Longlegs), representan la película fundacional del cine de asesinos seriales. No estarían del todo equivocados ―Hitchcock hizo explotar el subgénero en el mainstream de una conciencia colectiva estadounidense moralmente esquizofrénica―, pero cronológicamente, el honor le corresponde al director alemán Fritz Lang (Metrópolis). Él mismo consideraba a M, el maldito su obra maestra. Aún se le tiene entre una de las mejores obras cinematográficas de todos los tiempos (varias de sus convenciones todavía se utilizan por las películas de asesinos seriales), con su historia de la frenética búsqueda policiaca por atrapar a un infanticida en la Alemania de 1930.
La noche del cazador (1955)
Todavía cinco años antes de Psicosis, se estrenó una película que fracasó en su momento, pero que fue reivindicada años después por críticos y cineastas que la comprendieron y apreciaron en su momento. La noche del cazador (Night of the Hunter), primera y última película del actor Charles Laughton como director, es un film noir que adopta elementos de fábula fantástica y del expresionismo para contar una historia situada en la Gran Depresión. Al salir de la cárcel, el homicida Harry Powell (Robert Mitchum) se hace pasar por un predicador y encuentra a la viuda e hijos de su viejo compañero de celda, quien le confiesa que confió a sus hijos resguardar los 10 mil dólares que robó. Para hacerse con el dinero, Powell intenta ganarse la confianza de los niños, pero toma medidas más y más drásticas cuando John (Billy Chapin) decide honrar a su padre hasta las últimas consecuencias.
El fotógrafo del pánico (1960)
Una producción tan fascinante por sí misma como por su trasfondo. El fotógrafo del pánico (Peeping Tom) fue dirigida por Michael Powell, uno de los dos hombres que conformaron el legendario, olvidado y reivindicado dúo de cineastas conocido como “The Archers”. Por su mórbida temática, esta película fue mal recibida y dio un golpe fatal a su reputación. Se trata sobre un homicida (Carl Boehm) que mata a sus víctimas mientras las filma, para crear una película snuff para su propio placer. Con los años, fue revalorada como una obra maestra que cuestiona el morbo del mero acto de mirar.
El silencio de los inocentes (1991)
¿La película definitiva sobre asesinos seriales? Para muchos, lo es, al grado de que toda producción desde entonces toma alguna inspiración o hace alguna alusión a esta, además de que legitimó el subgénero como arte al conseguir el Óscar a mejor película (la única del género de terror en lograrlo, a la fecha). Asimismo, es una de solo tres que obtiene premios en las cinco categorías principales: película, actor, actriz, guion y dirección. Una fotografía dantesca, una historia de una búsqueda policiaca contrarreloj y dos interpretaciones bestiales por parte de Anthony Hopkins y Jodie Foster hacen de esta una obra maestra en el cine de asesinos seriales.
A prueba de muerte (2007)
Solo era cuestión de tiempo para que uno de los grandes fanáticos del cine de explotación hiciera lo suyo con su característica estilización, pastiche de influencias y elenco de estrellas. Dirigida por Quentin Tarantino, A prueba de muerte (Death Proof) es la segunda parte del díptico-homenaje al cine de serie B, Grindhouse (la primera es Planeta Terror, de Robert Rodríguez). Seguimos a un doble de acción (el ícono de acción de los 80, Kurt Russell) especialista en escenas con autos, quien tiene un singular método de depredación: seducir a chicas en bares, subirlas a su auto especial para escenas de riesgo y chocar a toda velocidad para ejecutarlas. No es una de esas películas en la que la prioridad sea indagar en la psique o metodología del asesino, sino mostrar con lujo de detalle la brutalidad exacerbada de sus actos.