En los años 80 y 90, mientras los cines luchaban por llegar a los rincones más alejados del mundo, en Ghana surgió algo extraordinario: carteles de cine pintados a mano que no solo anunciaban películas, sino que las transformaban en obras de arte surrealistas y únicas. Estos pósters, lejos de ser simples herramientas de marketing, reimaginaban grandes éxitos de taquilla con un estilo tan creativo (e incluso extravagante) que parecen sacados de un universo alternativo.
Una industria del cine sobre ruedas
Todo comenzó con el “Ghanaian Mobile Cinema” (cine móvil ghanés), una industria que se desarrolló entre los 80 y principios de los 2000. Los emprendedores ghaneses, equipados con televisores, reproductores de VHS, generadores portátiles y un arsenal de películas en videocasetes, llevaban el cine a aldeas remotas donde la electricidad era un lujo. Estos cines móviles también contaban con salas más permanentes en ciudades importantes como Accra, Cape Coast y Kumasi.
Pero no era suficiente proyectar las películas: había que atraer a la audiencia. Y ahí es donde entraban en juego los artistas locales. Dado que los medios impresos eran costosos y difíciles de conseguir, la solución fueron los carteles pintados a mano en sacos de harina reciclados. Con esto, no solo se anunciaban las películas, sino que también se convertían en un espectáculo por sí mismos.
Imaginación sin límites
Lo más fascinante de estos carteles es que los artistas rara vez tenían acceso a las películas completas o a sus imágenes promocionales. Esto los obligaba a trabajar casi exclusivamente con su imaginación. ¿El resultado? Pósters que transformaban lo conocido en algo completamente nuevo y, muchas veces, estrafalario.
Por ejemplo, en una reinterpretación de Mrs. Doubtfire, Robin Williams aparece empalando al personaje de Pierce Brosnan con una escoba. En E.T., Michael Jackson hace un cameo inesperado, mientras que Dirty Dancing deja el romance a un lado para convertirse en una historia de demonios y sangre.
La competencia en la industria del cine móvil era feroz, y los operadores necesitaban algo que los hiciera destacar. Por eso, los carteles no se limitaban a reproducir escenas de las películas. Se añadían toques de violencia, horror o erotismo que prometían una experiencia única al público.
Con el paso del tiempo, la industria del cine móvil comenzó a declinar debido a la popularización de los reproductores domésticos y la impresión barata. Sin embargo, el legado de los carteles pintados a mano no se perdió.
Un legado que trasciende fronteras
Hoy en día, el arte de estos carteles ha ganado reconocimiento internacional gracias a iniciativas como la Deadly Prey Gallery, un proyecto fundado en Chicago por Brian Chankin y Robert Kofi Ghartey. Esta galería colabora con más de 10 artistas en Ghana, preservando esta forma de arte y llevándola a un público global.
Los nombres de los artistas que marcaron esta época se han convertido en leyendas. Figuras como Heavy J, Stoger, Salvation, y Mr. Nana Agyq, entre otros, siguen produciendo obras bajo encargo para coleccionistas y galerías de todo el mundo. Cada pieza es un homenaje a una industria que, aunque fue efímera, dejó una marca permanente en la cultura visual de Ghana.
Una muestra de creatividad
Recientemente, algunos de estos carteles estuvieron en exhibición en la Persons Unknown Gallery de Los Ángeles, atrayendo a una nueva generación de amantes del cine y el arte. Aunque los sacos de harina reciclados muestran el desgaste de los años, cada obra sigue siendo un testimonio de cómo la creatividad puede prosperar incluso en las circunstancias más limitadas.
A continuación, te mostramos los carteles ghaneses que reimaginan el cine.