El coronavirus terminó con la ilusión de muchos fanáticos del deporte de ver este 2020 los Juegos Olímpicos de Tokio. La postergación oficial para 2021 deberá ser ratificada en los próximos meses, dependiendo de la evolución de la pandemia.
Sin embargo, otro problema estaba acechando a la máxima cita deportiva del mundo, ya que servicios de inteligencia de Estados Unidos, liderados por el Centro Nacional de Seguridad Cibernética del Reino Unido, descubrieron un plan de Rusia para hacer un ciberataque a gran escala contra los JJOO.
Las fuentes indican que podría deberse a una represalia por la suspensión de muchos deportistas rusos por la Agencia Mundial Antidopaje.
El periódico británico The Guardian comentó que, «el Reino Unido también se ha convertido en el primer gobierno en confirmar los detalles de la amplitud de un intento ruso previamente informado de interrumpir los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de invierno de 2018 en Pyeongchang, Corea del Sur. Declaró con lo que describió como un 95% de confianza que la interrupción de los Juegos Olímpicos de invierno y verano se llevó a cabo de forma remota por la unidad 74455 de GRU».
Las principales acciones que buscaba llevar a cabo este grupo GRU era bloquear sitios web oficiales y de venta de entradas, el funcionamiento del wifi en los estadios, y spearphishing para recopilar detalles clave de cuentas, la creación de sitios web falsos y la investigación de la seguridad de las cuentas individuales.
El fiscal general adjunto de Estados Unidos, John Demers, dijo que el ataque del “Destructor Olímpico” (malware ya utilizado en 2018 en los Juegos Olímpicos de Invierno), en venganza por una investigación de dopaje del equipo olímpico ruso, “combinó la madurez emocional de un niño petulante con los recursos de un estado nacional”.
«Como muestra este caso, ningún país ha armado sus capacidades cibernéticas de manera tan maliciosa e irresponsable como Rusia, causando daños colaterales sin precedentes para perseguir pequeñas ventajas tácticas y arrebatos de rencor», dijo Demers, agregando que los daños en tres objetivos estadounidenses ascendieron a más más de mil millones de dólares.