Antes del lanzamiento de Windows 10 en 2015, en Microsoft aseguraron que este sería el último sistema operativo de la compañía. Windows 10 sería algo así como la plataforma definitiva; en el futuro, no habría una nueva edición sino actualizaciones periódicas para convertirlo en un servicio.
Seis años más tarde, es claro que aquella promesa no se cumplió desde el día en que Windows 11 fue anunciado. Windows 10 pasará a la historia en unos años y será entonces el momento de valorar el legado de esta plataforma, similar a lo que ha pasado con los sistemas anteriores.
No obstante, mi experiencia con Windows 10 es, quizá, diferente a la del resto. Porque por la misma fecha en que la plataforma se lanzaba a la venta, cambié mi antigua laptop por una MacBook Air y migré a MacOS. Recién regresé a Windows 10 este año, cuando tuve la idea de armar un equipo pieza por pieza en una época de escasez de chips.
No recuerdo exactamente como era Windows 10 en 2015, pero lo que encontré en 2021 es una plataforma diferente a lo que recordaba, desde algo tan sencillo como la integración con Xbox u otras operaciones triviales, como hacer capturas de partes de la pantalla con apenas dos teclas.
Y este paralelo con MacOS resulta interesante porque mi percepción es que Apple ha cerrado cada vez más su plataforma, algo que ví muy de cerca con la MacBook Air, ya que cada actualización hacía más inútiles ciertos programas de terceros. Por ende, volver a Windows 10 ha sido refrescante, más allá de tener que readaptar algunas costumbres de uso.
Porque claro, Windows 10 resultó ser una versión buena de Windows. De manera coloquial, se acepta esa teoría que postula que los Windows buenos se saltan una versión: Windows 98, XP, 7 y ahora 10 resultaron ser los sólidos. En cambio, Millenium Edition, Vista y 8 son los menos memorables, aun cuando su cuota de mercado fue tan grande como siempre al no existir un competidor real más allá de Apple.
Lo anterior no quiere decir que no han habido tropiezos a lo largo del camino de Windows 10 y uno de ellos fue la infame actualización 1809, que tuvo que ser retirada apenas unos días después de su lanzamiento. Esto ocurrió en octubre de 2018 y dicha versión resultó un desastre: bugs y pantallas azul de la muerte a destajo, como nunca antes en una actualización de Windows.
Pero más allá de aquel detalle, Windows 10 ha sido tal vez una de las versiones mejor aceptadas desde el primer minuto gracias al programa de actualización gratuita que se ofreció y también debido a que los requerimientos de sistema no fueron mucho más exigentes que los de Windows 7 u 8. A causa de eso último, computadoras muy antiguas siguen operando sobre Windows 10 sin mayores complicaciones, algo que probablemente no se repita de la misma manera con el futuro Windows 11.
Asimismo, es probable que Windows 10 no pase a la historia como Microsoft lo había planificado, como un servicio actualizable que permanecería en el tiempo; eso sin contar que versiones como Windows 10 Mobile desaparecieron en el camino. Y para el usuario final, aquello es seguramente irrelevante; lo que le importa es que la plataforma funcione, que no tenga demasiadas restricciones y que todos sus programas y juegos se ejecuten de manera transparente y sin inconvenientes.
No hay duda, Windows 11 tendrá una vara muy alta que superar.