Existe una palabra que se ha apoderado de internet desde hace tiempo: “Web3” (también conocida como Web 3.0). Se dice que es el futuro y que con ella veremos una transformación en la forma en la que funciona internet actualmente. Pero ¿qué quiere decir eso en realidad?
Web3 es un término bastante nebuloso que tiene significados distintos. Sin embargo, hay algo claro: el auge de la tecnología blockchain, las criptomonedas, los tokens no fungibles (NFT) y los crecientes entornos virtuales en 3D y en línea conocidos colectivamente como el metaverso son los principales impulsores de esta evolución.
Con todo esto, la Web3 promete un internet que dependerá mucho menos de las grandes empresas como Google o Facebook y más de las redes descentralizadas. La idea detrás de esto es la democratización del internet y devolverlo a la gente común, en lugar de la corporativización que se ve hoy, donde estos conglomerados dominan la web.
Es una visión utópica, pero debido a que gran parte de la tecnología necesaria para Web3 está en pañales, es una visión atractiva para cualquiera que esté preocupado por el dominio de grandes empresas como Meta y su deseo de controlar cómo las personas experimentan el internet.
La Web3 se basa en la tecnología blockchain, la misma que sustenta las criptomonedas y los NFT. Esta se apoya en una red mundial de computadoras que se comunican entre sí y que validan y registran transacciones sin intervención humana ni supervisión centralizada.
La tecnología blockchain ha existido de alguna forma durante más de una década; en gran parte de ese tiempo, la mayoría de las personas que la consideraron se centraron en el bitcoin, la moneda digital creada en 2009 que estaba más estrechamente asociada al blockchain. Sin embargo, antes no se podía hacer mucho con los bitcoins, excepto comprarlos o venderlos y debatir si subían o bajaban.
Ahora, eso ha cambiado enormemente, ya que el bitcoin ha subido mucho. A finales de 2014, un solo bitcoin valía alrededor de $400 dólares, pero hoy, incluso después de caer más de 40 por ciento desde su punto máximo, vale $38,000 dólares. Además, se puede comprar y vender arte digital, terrenos digitales u otros artículos que es posible conseguir en varios videojuegos.
Es por eso que se han visto titulares sobre alguien que pagó $69 millones por un collage digital o alguien que vendió por error una caricatura digital de un simio que se suponía que valía $300,000 dólares por $3,000. Quizás también hayas oído hablar de los videojuegos tipo “jugar para ganar”, que se supone permiten ganar dinero real al adquirir productos digitales que se pueden vender a otros jugadores.
La Web3 “está intrínsecamente ligada al valor financiero”, dice Li Jin, capitalista de riesgo y una de las pocas mujeres destacadas en el mundo de la Web3. “Cada vez que presentas el éxito financiero, eso es lo que realmente incita una fuerte emoción”.
Entonces, la Web3 será un espacio interesante para que las personas coleccionen y especulen sobre artefactos digitales. Eso es potencialmente significativo para quienes crean y compran arte, pensado en un sentido amplio y viéndolo como “cosas que a las personas les gusta mirar o consumir de alguna manera”. Pero hasta ahí, no parece algo que cambie mucho el juego.
Si miramos hacia atrás, la Web1 consistía en hacer que la gente normal entrara a internet, ayudada primero por los navegadores y luego a través del acceso a internet y servicios de búsqueda como AOL y Yahoo.
La Web2 tiene que ver con convertir el tiempo que las personas pasan en internet y todo el contenido que comparten en línea en negocios reales, y luego consolidarlos en operaciones masivas que ahora parecen demasiado grandes para fracasar (como Facebook y Google). Sin embargo, con la Web3 se espera que se recupere el control de los “Facebook” del mundo.
Y ¿cómo se supone que sucederá eso? En gran parte es algo teórico, pero la tecnología blockchain permite a las personas crear su propio dinero, sin permiso de ningún país o banco. Según los impulsores de la Web3, esta también podría permitirles construir cualquier cosa en internet que quieran, sin tener que depender de plataformas existentes como Google o Facebook, o herramientas como los servicios de computación en la nube AWS de Amazon. Y lo que es más importante, los nuevos servicios podrían ser propiedad, en parte, de las personas que los crearon y los utilizan.
Además, existiría la posibilidad de obtener ganancias con la Web3. Muchas de las personas que están intrigadas por esta también se sienten estancadas por la versión actual de internet, donde su capacidad para crear nuevas empresas significativas, especialmente aquellas dirigidas a los consumidores, parece limitada por los gigantes que pueden comprar, construir o aplastar a los nuevos intentos de compañías.
Lo atractivo de la Web3 también viene del hecho de que aún no existe, entonces, es algo “hermoso y desconocido” que podría ser cualquier cosa cuando sea que llegue. Eso llama la atención de los entusiastas, ya sean jóvenes expertos en tecnología que solo han conocido un mundo en el que un puñado de empresas tecnológicas dominan el internet o personas que recuerdan la emoción y las posibilidades de los primeros días de la web.