Moore Noyce y no Intel podría haber sido el nombre del gigante de los procesadores. De esta manera, habría hecho honor a los apellidos de Gordon Moore y Robert Noyce, el químico y el ingeniero que cofundaron la compañía el 18 de julio de 1968.
Sin embargo, fue desechado casi de entrada. ¿El motivo? En inglés, Moore Noyce es homófono de “más ruido” (more noise), lo que parecía ser contraproducente para una empresa de electrónica, donde el ruido se asocia a interferencias. Por lo mismo, optaron por algo más simple: NM Electronics. Solo al año siguiente usaron Intel, una abreviatura de Integrated Electronics.
Esos fueron los primeros problemas que debió resolver la firma. Más de medio siglo después, los desafíos son otros y de una mayor magnitud. La compañía se enfrenta a una competencia múltiple y a una prolongada crisis de desarrollo, que incluso ha llevado a plantear la interrogante de si ha llegado el momento de dividir sus negocios de diseño y fabricación.
Problemas en el horizonte
Nadie pone en duda que Intel sigue siendo una de las compañías más importantes en materia de diseño y fabricación de procesadores. De hecho, sus movimientos son vistos con atención por todos los actores del mercado.
Sin embargo, una serie de retrasos, primero con la fabricación de chips de 10 nanómetros –que llegaron en 2019, tres años después de la fecha original– y luego con los de 7 nanómetros, han puesto en duda su capacidad para mantenerse al día frente a los desafíos.
El golpe más duro lo propinó Apple. Otrora uno de los clientes más importantes de Intel, en 2020 oficializó su decisión de independizarse y presentó sus primeros procesadores M1, basados en arquitectura de ARM. Fue un golpe duro que Intel se tomó con un humor particular.
Por si fuera poco, uno de los históricos rivales de Intel, el fabricante de procesadores gráficos Nvidia, lo superó por primera vez como la empresa de semiconductores más grande de Estados Unidos.
¿Llegó el momento de dividir el negocio?
Los inconvenientes terminaron con una serie de ajustes en toda la plana ejecutiva, que incluyen la renuncia en enero de 2021 de Bob Swan como CEO de Intel. Todo esto volvió reflotar una vieja discusión en torno a la compañía: ¿llegó el momento de dividir el negocio?
A diferencia de otros actores del mercado de micropocesadores, Intel participa en las dos fases: los diseña y los fabrica. En tanto, sus rivales se enfocan en una sola parte del proceso. Por ejemplo, la firma china Taiwan Semiconductor Manufacturing Co (TSMC) fabrica chips diseñados por otras compañías, como AMD o Apple.
En su blog Stratechery, el analista de tecnología Ben Thompson comentó que el problema de Intel es que la integración se ha convertido en “una camisa de fuerza” para los dos lados del negocio. Al estar unidos ambos negocios, plantea, los diseños internos siempre serán prioritarios para la fabricación, que a su vez no tiene incentivos para atraer a terceros.
“La única forma de solucionar este problema de incentivos es escindir el negocio de fabricación de Intel […] Pero una empresa de fabricación autónoma tendrá el incentivo más poderoso posible para que se produzca esta transformación: la necesidad de sobrevivir”, aseguró.
En febrero de 2021, Patt Gelsinger asumió la dirección ejecutiva. Se trata de un viejo conocido de la compañía: hasta 2009 fue jefe de la División de Hardware. Gelsinger parece no solo estar dispuesto a mantener el negocio de la fabricación, sino que a competir de lleno con TSMC.
Prometió inversiones por más de $20,000 millones de dólares para expandir su capacidad de producción de chips en Estados Unidos y estaría en conversaciones para comprar GlobalFoundries Inc. –una exsubsidiaria de AMD–, la tercera mayor fundición del mundo.
La apuesta de Gelsinger parece desoír las voces que claman por una división del negocio. Claro, todo esto tiene como telón la crisis de los semiconductores, una contingencia que no será eterna. Parece una apuesta arriesgada, pero el tiempo dirá si Gelsinger estuvo en lo cierto.