Rolls-Royce Motor Cars es una de las marcas más reconocidas en el mundo, y no sólo en el mundo de los automóviles. El respeto por el fabricante británico de lujo trasciende su estatus socioeconómico. La artesanía meticulosa y la ingeniería avanzada son los calificativos más exactos para una mística intangible. Un Rolls-Royce es, simplemente, el fin último de toda compra aspiracional.
Este tipo de veneración no se materializa de la noche a la mañana. En el caso de Rolls-Royce, su excelencia ha ido creciendo en sus 100 años. Poco después de la vuelta del siglo 20, Rolls-Royce Limited comenzó a producir el Silver Ghost, un vehículo tan sofisticado que Autocar lo definió como el «mejor automóvil del mundo.» La reputación llegó, y ya nunca más se fue. Su sucesor la heredó en 1925. El Phantom, el cual vendría a definir lo “Premium” de un automóviles, tal y como lo conocemos.
Siete generaciones después, Rolls-Royce se prepara para la próxima entrega de su sedán insignia. Sin embargo, antes de echar un vistazo a la Serie VIII el 27 de julio, Rolls Royce mostrará un grupo de Phantoms únicos de cada Serie anterior. En el Peterson Automotive Museum de Los Ángeles, California, Digital Trends tuvo la oportunidad de verlos de cerca.
El Peterson Automotive Museum es el hogar de algunos de los más valiosos, escasos y únicos automóviles que tu jamás podrás ver. Coleccionistas y fabricantes proporcionan algunos vehículos para exponerlos allí durante un mes, o incluso un año. Pero también otros muchos modelos tienen una residencia permanente dentro de la arquitectura hipermoderna del museo.
Rolls-Royce seleccionó uno de los vehículos más preciados de Peterson para representar a todos los 3,453 Phantoms Series I construidos entre 1925 y 1929. Pero no es el cuidado exigente del museo lo que hace que este particular Serie I sea tan especial. Y no: este no acompañó a la Reina de Inglaterra en sus galas y reuniones de política exterior. Más bien, resultó ser el carro privado de un rey de Broadway llamado Fred Astaire.
Tanto él como su hermana Adele eran muy queridos en Nueva York y en la escena teatral de Londres, por allá por los años 20. El dúo atrajo audiencias de ambos lados del Atlántico con increíbles bailes, cantos y actuaciones. Fuera del escenario, los hermanos Astaire se codearon con celebridades y aristócratas, tiempo durante el cual Fred desarrolló una especial devoción por los autos de lujo. Y claro: la elegancia discreta de Rolls Royce llamó su atención.
En 1925, Fred se decidió comprar el nuevo Phantom, pero aunque era famoso y de éxito, todavía necesitaba tiempo para reunir el dinero suficiente. Cuando ‘Funny Face’ abrió sus puertas en el West End de Londres en 1928, Fred encagó un Phantom cabriolet único. Y cuando volvió a Nueva York en 1932, se trajo su Phantom Rolls-Royce de $22,000 dólares consigo.
Este carro se mueve gracias a un motor de seis cilindros en línea con válvulas superiores (OPHV). Una transmisión manual de cuatro velocidades envía la potencia a las ruedas traseras, permitiendo al Phantom alcanzar una velocidad máxima de 80 millas por hora, un registro espectacular en esos años.
El compartimiento expuesto, aislado del conductor (un resabio de la época de los carruajes de caballos) deja claro de que no será el dueño del vehículo quién lo conduzca. Los chóferes no lo pasaban mal, en cualquier caso: un cómodo asiento de cuero blando, unos hermosos indicadores analógicos y un panel de techo extraíble hacían del manejo una experiencia bastante agradable.
Los exclusivos toques exteriores del modelo incluyen manijas de puerta estilizadas, grandes guardabarros delanteros y señales de giro traseras con forma de flecha. Un baúl de Louis Vuitton se ubica detrás de las ruedas traseras, ya que en aquella época el maletero era literalmente un baúl, y no un compartimiento integrado.
Rolls-Royce aún no ha anunciado qué Phantoms representarán las Series II a la VII, pero hemos escuchado que los vehículos de una leyenda del rock británico y de otros dignatarios mundiales serán los siguientes en llegar.