Tal como en muchos otros puntos del globo, los vehículos de alquiler se han vuelto muy populares en Japón. Sin embargo, una curiosa práctica ha llamado la atención en el país asiático: tras solicitar el servicio a través de sus teléfonos inteligentes, muchos usuarios no recorren siquiera una pulgada de distancia.
Resulta que, para algunas personas, los vehículos ofrecen un espacio privado ideal para tomar siestas, trabajar, cargar dispositivos electrónicos, escuchar música, ver películas, almacenar bolsas y charlar con sus amigos, entre una infinidad de actividades distintas a trasladarse entre distintos puntos de la ciudad.
Recientemente, la agencia local de noticias Asahi Shimbun destacó que la práctica es cada vez más común.
El inesperado comportamiento fue detectado por primera vez el año pasado por Orix Auto Corp, una de las empresas operadoras de viajes compartidos. Después de examinar sus datos de alquiler, la firma concluyó que algunos de sus 230,000 usuarios registrados pagaban por los autos pero no iban a ninguna parte.
No mucho después, otras compañías del rubro confirmaron que lo mismo estaba sucediendo con sus propios servicios, lo que motivó a la encuestadora Times24 Co. a indagar qué uso buscaban darle a los carros las personas.
Los resultados confirmaron las sospechas de los operadores japoneses: sus clientes estaban usando los autos para una amplia gama de propósitos que no implicaban acción para el velocímetro ni el tacómetro.
Uno de los entrevistados confesó que alquiló un automóvil «para comer una comida en caja que compré en una tienda de conveniencia, porque no pude encontrar otro lugar para almorzar».
Otro fue más allá: «Por lo general, el único lugar donde puedo dormir una siesta mientras visito a mis clientes es un cibercafé frente a la estación. Y alquilar un auto para descansar cuesta casi lo mismo».
NTT Docomo, una compañía que además de su negocio de telecomunicaciones también tiene inversiones en la renta de vehículos, dijo que algunas personas los usan «para ver la televisión, calzarse el disfraz de Halloween, practicar canto, rap y conversaciones en inglés, e incluso hacer ejercicios de estiramiento facial, que supuestamente reducen el tamaño de la cara».
En Japón, los servicios para compartir autos -similares a los que en Estados Unidos prestan Car2go y Maven- cuestan alrededor de $3.60 dólares por 30 minutos. Por un espacio privado, la cifra es bastante atractiva para quienes van a la oficina en tren o bicicleta.
Pese a todo, la gran mayoría de los japoneses todavía usan estos servicios para ir de un punto a otro. Un operador calculó que alrededor del 15 por ciento de sus afiliados emplean el servicio de uso compartido de automóviles para otras actividades distintas a movilizarse.