Abandonado, elegido y especial. Así es como el periodista estadounidense Walter Isaacson definió la infancia de Steve Jobs en la biografía homónima que publicó en 2011 bajo autorización del fundador de Apple. Si la infancia es el piso fundacional, la de Steve Jobs –nacido un 24 de febrero de 1955, en Palo Alto– estuvo marcada desde el principio de sus días al ser puesto en adopción por una mujer gestante (Joanne Schieble), conflictuada por los cánones del patriarcado, y un padre y una madre (Paul y Clara Jobs) que desde niño imprimieron en su hijo la creencia de que era alguien especial.
El genio de Steve Jobs se reconoce desde sus pasos iniciales en la industria tecnológica, primero como empleado de Atari en 1974 y después con Apple, en 1976. Pero como ocurre con otros prodigios, la infancia jugó un papel fundamental lo mismo en la formación de su curiosidad por la electrónica que por su preferencia por el diseño minimalista, y ni qué decir de su carácter déspota e insensible.
Su biógrafo describe que, pese a que Jobs siempre lo negó, su carácter de hijo adoptado lo marcó de forma ambivalente. Greg Calhoun, amigo de Jobs desde sus días como universitario desertor, contó que el fundador de Apple hablaba constantemente de su adopción. “Lo hizo ser más independiente, seguía un compás diferente al de los demás y eso se debía a que se encontraba en un mundo diferente del que había nacido”, señala en la biografía de Isaacson.
Chrisann Brennan, madre de la primera hija de Jobs, no duda en señalar que su condición de hijo adoptivo explica por qué, paradoja aparte, la abandonó cuando tenía 23 años, la misma edad que su padre biológico al momento de darlo en adopción.
Jobs supo desde niño que había sido adoptado. Debió tener entre seis y siete años cuando, al contárselo a una vecina, esta le preguntó con cruel inocencia si entonces sus padres verdaderos no lo querían. “Se me llenó de truenos la cabeza”, contó Jobs a Isaacson. Sus padres buscaron contenerlo diciéndole que había sido un niño elegido y que por ello, era especial. El anecdótico episodio dio pie a los otros dos pilares conceptuales de Jobs.
Autos y una casa moderna para trabajadores
Steve Jobs se interesó por la tecnología a través de su padre y el contexto de la California de los años sesenta, mezclada por la revolución hippie y los inicios de la industria de la que más tarde sería uno de sus rostros, Sillicon Valley.
Su padre, Paul Jobs, era mecánico de la Guardia Costera que no terminó la secundaria. Steve vivía en Palo Alto luego de que su familia se mudó debido al empleo de cobranza que aceptó su papá. Fue en el garage de esa casa donde su padre intentó inculcarle el gusto por la mecánica y los autos. Aunque el resultado es más bien debatible, fue indudable que aquellas tardes desataron su curiosidad. “No tenía un vasto conocimiento de electrónica, pero la encontraba a menudo en los automóviles y en algunos de los objetos que reparaba. Me enseñó los principios básicos y aquello me interesó mucho”, contó Jobs a su biógrafo.
Ya durante su adolescencia y en la consolidación del Valle del Silicio tras el éxito de Hewlett-Packard, Jobs encontró en su vecino Larry Lang –un ingeniero de HP– el siguiente punto de partida para su gusto por la electrónica. El fundador de Apple contó a Isaacson que el ingeniero le hizo hablar a un micrófono de carbón, un experimento básico para comprender los principios de la radiodifusión. Jobs contó lo sucedido a su padre, quien no dio crédito hasta que lo vio por sí mismo. Según Isaacson, aquella anécdota reveló a Jobs que, pese a ser apenas un jovencito, era más inteligente que sus padres.
Las tardes que pasó entre el garage de Lang y el de su padre Paul ocurrieron en la ciudad de Mountain View, donde décadas después Google instalaría sus oficinas centrales. La residencia de Jobs estaba en el número 286 de Diablo Avenue y era una casa construida por Joseph Eichler, un promotor inmobiliario que edificó más de 11,000 viviendas en varios sitios en California. Eran casas económicas, para los estadounidenses de a pie, pero también modernas. “ Sus casas eran elegantes, baratas y buenas. Les ofrecían un diseño limpio y un estilo sencillo a personas de pocos recursos”, dijo Jobs en relación al trabajo de Eichler. “Aquella fue la visión original para Apple”, recordó.