“Mantente hambriento, mantente alocado”. Estas fueron algunas de las frases de Steve Jobs el 12 de junio de 2005 en la Universidad de Stanford, en lo que es considerado su discurso más trascendental. En este relató cómo se sobrepuso a su mayor tropiezo: su salida de Apple en 1985, la compañía que él mismo había fundado.
“Yo estaba fuera y de forma muy pública. Lo que había sido el foco de toda mi vida adulta se había ido, y fue devastador. Fui un fracaso muy público”, admitió Jobs.
Para algunos se trató de un despido, para otros fue una salida voluntaria. Como sea, es uno de los episodios más sabrosos en la historia de Silicon Valley, que tuvo como protagonistas un Jobs que recién se acercaba a los 30 años y a John Sculley, un experimentado ejecutivo que había liderado PepsiCo.
Una puñalada
En 1981, solo cinco años después de su fundación, Jobs y Steve Wozniak llevaron a Apple a la bolsa. Para 1983 ya estaban en el listado de las 500 empresas más cotizadas de la revista Fortune.
Alguien debía manejar este monstruo. Un veinteañero Jobs recurrió a Sculley para hacerse cargo de la administración de la compañía. Con 43 años, era un ejecutivo experimentado que presidía PepsiCo. “¿Quieres vender agua azucarada el resto de tu vida o quieres venir conmigo y cambiar el mundo?”, le preguntó.
A pesar de que no sabía nada de computadoras, Sculley aceptó el desafío y asumió como director general. Durante años rivalizando con Coca-Cola, tenía la experiencia suficiente para llevar las riendas y las finanzas de una empresa.
Sin embargo, rápidamente las diferencias entre ambos comenzaron a surgir, no solo sobre cómo había que enfocar el negocio, sino que también por el clima interno. Los propios trabajadores de Apple se quejaban de las exigencias de Jobs.
“Empujaba a la gente demasiado. Ser amable y educado no era parte de su comportamiento”, ha reconocido William Simon, coautor del libro iCon: Steve Jobs, el segundo acto más grande en la historia de los negocios.
“¡No puedo creer que hagas esto!”
El conflicto final se produjo en abril de 1985, en un momento en que las computadoras Mac no se vendían como esperaban los inversionistas. Según Sculley, Jobs se acercó para proponer un recorte en el precio de las Mac y reorientar los anuncios.
“Steve, eso no hará ninguna diferencia. La razón por la que las Mac no se están vendiendo no tienen nada que ver con el precio o los anuncios. Si lo haces, ahogaremos a la compañía con pérdidas”, replicó Sculley.
Jobs no estuvo de acuerdo con la decisión de Sculley, por lo que el conflicto fue resuelto por la junta directiva. “¡No puedo creer que hagas esto!”, dijo el fundador de Apple.
La junta estuvo de acuerdo con el director general y el 11 de abril destituyó a Jobs de su mando del grupo Macintosh. Aunque no lo despidieron, sí le quitaron responsabilidades y le asignaron una oficina que fue conocida como “Siberia”.
Jobs les dijo a sus amigos y colegas más cercanos que era una traición.
Traición de la que tendría su revancha en 1996, cuando regresaría con gloria para rescatar a una convaleciente Apple y transformarla en una de las compañías más innovadoras.