Samsung lo tenía muy claro: ser el primero en un mercado significa golpear dos veces, y ser el pionero en el naciente segmento de los móviles plegables lo representaba todo. Y pese a que técnicamente no puede decirse que su equipo fuera el primero del segmento, el Galaxy Fold se coronó como la gran referencia en este incierto segmento y todo fueron alabanzas. Crecido por las críticas positivas y las expectativas, Samsung pisó a fondo la maquinaria de la comercialización, poniendo precio, por un lado al terminal, y por otro, -y esta sería la simiente del desastre- enviando las primeras unidades de prueba a periodistas escogidos.
Las púberes unidades de prueba fueron llegando a los primeros agraciados y no tardaron en aparecer unos graves problemas en la pantalla, posiblemente relacionados con un protector de plástico tan tosco que los usuarioslo comenzaron a retirar cuando no debían. En cualquier caso, unas incidencias que no se correspondían con un teléfono por el que hay que pagar $ 2,000 dólares. Los fantasmas del Galaxy Note 7 de pronto revivían y colocaban de nuevo a Samsung en un agobiante callejón sin salida. Y la incredulidad recorrió una vez más las redes: ¿otra vez, Samsung?
El silencio, el peor enemigo
Muy poco duró la fiesta del Galaxy Fold, que pasó de convertirse en la máxima referencia de la innovación en el mundo de la telefonía, a ser el foco de todos los medios, incluyendo los generalistas que abrazaron con emoción titulares de líneas gruesas. Samsung tenía ya su nuevo “Note 7”, aunque esta vez, el demonio se escondía bajo la pantalla. Todos esperábamos que el fabricante actuaría con celeridad, y lo hizo en parte, retirando las unidades de prueba pero volvió al oscurantismo retrasando sine die la fecha de lanzamiento del dispositivo (indicó que sería ‘en junio’), y lo que es peor, sin explicar qué había sucedido.
Nada se supo del destino del flamante Galaxy Fold e incluso algunos auguraban su prematura extinción, cuando de pronto Samsung, respondiendo a una pregunta formulada por CNET, confirmó que el terminal sería comercializado “en las próximas semanas”. Sin más explicaciones ni más detalles. El fabricante coreano había optado por no dar demasiada información que pudiera comprometerle, al tiempo que cancelaba las reservas del teléfono, entrando en una innecesaria espiral de incertidumbre. En total, han sido 45 días de mutismo absoluto sobre un móvil y una marca que lleva inevitablemente el peso del prestigio encima. Una vez más, el silencio está siendo su peor enemigo.
¿Y ahora, qué?
Samsung parece haber adoptado la estrategia de la avestruz con el Galaxy Fold si nos atenemos a sus decisiones: cancelar el lanzamiento retrasándolo a un vago ‘junio’, no dar explicaciones en mes y medio, y seguir sin explicar claramente -mientras escribimos estas líneas- qué ha sucedido exactamente y qué medidas se han adoptado para evitar que vuelva a suceder de nuevo. Silencio absoluto. Parece que el fabricante confía en exceso en el maltrecho prestigio de la marca para volver a lanzar al mercado, como si nada hubiera pasado, el sofisticado celular.
Pero no es tan fácil porque Samsung parece olvidar (o no querer ver), unas realidades que hacen que adquirir el Galaxy Fold no resulte tan fácil incluso para los early adopters:
- $2,000 dólares es un precio excesivamente elevado para un móvil, y la decisión de compra de basarse en elementos mínimos como la confianza en la marca y las expectativas de rendimiento.
- Se trata de un concepto nuevo de terminal en el que la disposición de las pantallas y la configuración del equipo, sobre el papel, facilitan su uso para más funciones, pero hasta que no se tenga en el bolsillo a diario, no hay certidumbre de esto.
- No hay certeza tampoco de que la plataforma y el ecosistema estén preparados al 100 por ciento para recibir un nuevo hardware tan transgresor e innovador y puede que se pague con una experiencia de usuario muy pobre.
Estas reflexiones nos llevan nuevamente al fundamental elemento de la confianza en la marca: quien vaya a adquirir hoy un Galaxy Fold sabe que se enfrenta, en el mejor de los casos, a estas tres incertidumbres pero dando por descontada la confianza en la marca. Y es aquí donde Samsung parece estar fallando de forma totalmente innecesaria con un oscurantismo que no se corresponde con la realidad del mercado. ¿Puede corregir esta posición? El mercado sabe perdonar, máxime con la excelencia de productos previos de la casa, pero a Samsung le costará mucho tiempo recuperar, en este modelo, la confianza ciega del comprador.
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