La sandía es una de las frutas favoritas en climas cálidos y en el verano, y las condiciones para su cosecha son bastante especiales: el suelo debe tener un buen drenaje, una textura media o limosa y un pH ligeramente ácido entre 5 y 6,8, el riego debe ser frecuente para mantener el suelo húmedo de forma constante, pero sin encharcarlo, la temperatura debe estar por encima de los 20 ºC y la luz solar debe ser abundante desde la germinación hasta la cosecha, que se realiza entre 80 y 100 días después de la plantación.
Por eso, no deja de sorprender lo realizado por un grupo de científicos rusos, que consiguieron cosechar sandías en la Antártida. Esto se logró en la estación antártica rusa Vostok, y se anunció en un comunicado del Instituto de Investigación del Ártico y la Antártida de la Academia de Ciencias de Rusia.
¿Cómo lo hicieron?
Las condiciones favorables para cultivar plantas en el lugar más frío de la Tierra (según el registro oficial de la Organización Meteorológica Mundial, la Antártida registró -89,2 ºC en 1983)– fueron creadas mediante el uso de un equipo fitotécnico diseñado para el experimento. Las sandías no crecieron en suelo, sino en una fina capa de un sustituto de tierra con una solución de nutrientes bajo una iluminación artificial con un espectro similar al de la luz solar.
El experimento está en marcha en la estación antártica rusa desde febrero de 2020. Dentro de este, los científicos ya lograron cultivar tomates, pimientos, acedera, rúcula, nabos, perejil, eneldo, albahaca, espinacas y otras plantas comestibles.
«Además del interés científico y los beneficios prácticos directos en forma de verduras, bayas y hierbas frescas, nuestro proyecto conjunto tiene una serie de importantes beneficios adicionales. El invernadero de la estación tiene un efecto positivo en el estado emocional de los exploradores polares, que pasan muchos meses en un equipo aislado, en condiciones de noche polar, bajas temperaturas y un espacio vital limitado», comentó el director del Instituto de Investigación del Ártico y la Antártida, Alexánder Makárov.