El proyecto Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA) le permitió a un grupo de astrónomos encontrar varias estrellas bebé escondidas alrededor del centro de la Vía Láctea.
Estudios anteriores habían señalado que el entorno allí es demasiado duro para formar estrellas debido a las violentas fuerzas de marea, los fuertes campos magnéticos, las partículas de alta energía y las constantes explosiones de supernovas.
Este importante hallazgo indica que la formación de estrellas es mucho más resistente de lo que los investigadores pensaban.
“Es como escuchar el llanto de los bebés en un lugar que esperábamos fuera estéril”, explica Xing Lu, astrónomo del Observatorio Astronómico Nacional de Japón.
“Es muy difícil que los bebés nazcan y crezcan sanos en un entorno demasiado ruidoso e inestable. Sin embargo, nuestras observaciones demuestran que incluso en las zonas fuertemente perturbadas alrededor del centro galáctico se siguen formando estrellas bebé”.
Las estrellas se forman en nubes cósmicas reunidas por la gravedad. Si algo interfiere en este proceso, la formación de estrellas se interrumpe.
Existen muchas fuentes potenciales de interferencia en la zona molecular central de la Vía Láctea, entre ellas: fuertes turbulencias que agitan las nubes y evitan que se contraigan, o los fuertes campos magnéticos que pueden sostener el gas contra el colapso autogravitatorio.
Debido a la alta sensibilidad de ALMA, el equipo detectó por primera vez 43 pequeños y débiles flujos de salida de gas energético en las nubes, lo que es considerado una prueba inequívoca de la formación de estrellas en curso.
Según los astrónomos, muchas estrellas bebé estaban escondidas en las regiones que se creía no eran aptas para el crecimiento estelar.
“Aunque observaciones anteriores han sugerido que las tasas globales de formación estelar están suprimidas hasta aproximadamente un 10 por ciento en las nubes moleculares gigantes del centro galáctico, esta observación muestra que los procesos de formación estelar ocultos en las nubes densas de gas molecular no son muy diferentes de los del vecindario solar”, explica Shu-ichiro Inutsuka, coautor del trabajo de investigación.