Era 2009 y el mundo apenas comenzaba a dimensionar la revolución que dos años atrás había iniciado Steve Jobs con el iPhone, los teléfonos móviles con GPS y las tiendas de aplicaciones. Fue entonces que dos visionarios, Dennis Crowley y Naveen Selvadurai, vieron en el revulsivo iPhone el vehículo idóneo para fundar una empresa que 10 años después facturaría, de pura venta de servicios, $100 millones de dólares anuales.
La cifra se ve corta para las historias de éxito que acostumbra Silicon Valley, pero destaca porque vende lo mismo por lo que Facebook enfrenta —y enfrentó— numerosos escándalos por acusaciones de violaciones al derecho a la privacidad.
El juego de “estoy aquí”
Dennis Crowley y Naveen Selvadurai estrenaron Foursquare en la edición de 2009 del festival South by Southwest (SXSW) bajo el concepto de una guía hecha por y para los usuarios. Se trataba de una aplicación en la que las personas registraban su visita a todo tipo de comercios para después presumirla a sus amigos y contactos en redes sociales. En 2021 esa idea ha sido desplazada por las fotos de comida o las selfies con miles de me gusta como recompensa, pero en 2009 la gente se conformaba con ser el “alcalde” del café de la esquina.
Parte del éxito de Foursquare radicó en que la plataforma fue pionera en la gamificación, un concepto de diseño que consiste en incentivar a los usuarios a realizar un comportamiento específico a manera de juego. En Foursquare el comportamiento era registrar visitas a cambio de medallas virtuales que, al convertirse en el que más visitas acumulaba en un lugar, transferían al usuario el grado máximo de alcalde. Aquella recompensa, por insignificante que parezca, hizo que Foursquare alcanzara los 20 millones de usuarios en 745 ciudades de todo el mundo.
En el camino Foursquare dejó de lado a rivales que hoy juzgaríamos de invencibles, como la misma Facebook, con quien compitió con Facebook Places en 2010 solo para que la empresa de Mark Zuckerberg, que años después se convertiría en una de las compañías más valiosas del mundo, tirara la toalla frente a la startup de Crowley y Selvadurai.
Pero no obstante sus triunfos y éxitos, Foursquare se enfrentó con el reto de evolucionar o morir. Sus usuarios, que por años fueron fieles a registrar lo mismo una visita a un monumento que a un restaurante, comenzaron a dar signos de hartazgo. Para mayo de 2014, Foursquare tomó la decisión de dividir su operación en dos segmentos: Foursquare, una guía de comercios y lugares, y Swarm, una app para realizar check-ins.
“Sentados en una enorme cantidad de dinero”
Mientras que Dennis Crowley y Naveen Selvadurai pensaban que la salvación financiera de Foursquare llegaría al transformar su negocio en una guía en línea de comercios, un exempleado de Apple que había sido contratado como director de Finanzas, Steven Rosenblatt, se dio cuenta que el verdadero valor de Foursquare estaba en estimular por la vía lúdica un comportamiento que una década después resultaría impensable: el de decirle a una compañía de tecnología en qué sitio estamos (aunque de facto se lo digamos todo el tiempo).
“No sé si no se han dado cuenta, pero están sentados sobre una enorme cantidad de dinero”, dijo Rosenblatt a los fundadores de Foursquare según una entrevista que concedió a la revista New York.
El genio de aquel exempleado de Apple fue anticipar que los miles de millones de registros que Foursquare había logrado en un par de años eran un monumental compendio de metadatos que podían trabajarse para construir perfiles comerciales altamente pormenorizados, tanto que fueron útiles para que Apple hiciera en 2015 un estimado de cuál sería la demanda del iPhone 6s y el 6s Plus.
Descubierta la mina de oro de los metadatos, Foursquare abandonó su decisión de invertirlo todo a convertirse en una guía en línea de comercios –carrera que a la postre ganaron Google y Facebook– y optó por licenciar su tecnología y los miles de millones de datos que recabaron a lo largo de varios años a otras empresas, entre ellas Apple, Microsoft y Uber.