Dragon Ball debe ser el mejor anime de todos los tiempos porque es universal. Wikipedia dice que la caricatura —o anime para los puristas— se transmitió en 80 países, exactamente el doble de naciones en las que se vendieron las historietas del fallecido Akira Toriyama que dieron origen a Gokú, los saiyayines y el kamehameha, y de paso, a temas que se convirtieron en himnos generacionales y a decenas de videos en YouTube de orquestas profesionales o aficionados tocando la música de las distintas series, parejas jurándose amor eterno con estrofas de Dragon Ball y hasta desfiles callejeros con botargas que destacan más por su esfuerzo que por su parecido a los personajes que representan.
¿Cómo fue que una trama aparentemente anclada a la cultura oriental se convirtió en un fenómeno que sigue generando adeptos en todo el mundo? Su creador ha contado en repetidas ocasiones que usó como fuente de inspiración la novela Viaje al Oeste: Las aventuras del Rey Mono, una novela del siglo XVI que habla sobre un personaje híbrido entre humano y mono que domina las artes marciales y viaja a la India en busca de escritos budistas.
Más que usarlo como referencia, Toriyama francamente copió varios aspectos de la novela, como la nube voladora de color amarillo en la que se desplaza Gokú y el báculo sagrado, que acabaría por olvidarse en la secuela Dragon Ball Z cuando el protagonista saiyayin elevó sus poderes a niveles nunca antes vistos.
Pero el éxito de Dragon Ball no radica en que su argumento esté basado en una novela que ha trascendido por los siglos, sino en cómo la adaptó a los íconos culturales de finales del siglo XX que, aun ligados a la cultura oriental, asomaban lo que más tarde denominaríamos globalización, con el actor Jackie Chan como heredero de la internacionalización de las artes marciales, un camino antes marcado por Bruce Lee.
Los personajes de Toriyama y las situaciones en las que se vieron inmiscuidos, buscar esferas perdidas por todo el mundo y luchar contra poderosos enemigos para salvar al mundo, eran reducciones argumentativas de valores universales: perseverancia, determinación, compromiso, lealtad y sacrificar lo inmediato por una recompensa superior.
Ese era el mensaje detrás de cada batalla, detrás de cada guerrero asesinado —y posteriormente resucitado— y detrás de cada nuevo enemigo que aparecía amenazando la paz de la humanidad. Dragon Ball trataba de peleas y eso podía aburrir a algunos, pero los valores detrás de cada conflicto están presentes, de alguna u otra forma, en todos los espectadores del mundo.
Fue por eso que Dragon Ball trascendió, primero de una historieta piloto llamada Dragon Boy (que también retomaba el argumento de Viaje al Oeste) y más tarde como la historieta de Dragon Ball, publicada por primera vez el 3 de diciembre de 1984, y más tarde como un anime el 26 de febrero de 1986. Con 35 años de historia, parece que el ki de Gokú es para siempre.