Con el 87 por ciento de los estudiantes del mundo afectados por el cierre de colegios por la pandemia, según la Unesco, la cancelación de las clases ha puesto de relieve la desigualdad en el acceso y la manera de poner en práctica la educación online.
Por lo observado en mi entorno, mientras algunos colegios y universidades continúan con el temario con videoclases online con el mismo horario que las presenciales, otros centros educativos únicamente envían ejercicios por correo electrónico y examinan en la propia plataforma del colegio. Aunque es una formación muy diferente, al menos los estudiantes pueden terminar el curso.
Para las familias sin una PC o al menos no para todos los hijos, el teléfono móvil y las tabletas se han convertido en la salvación para continuar con los programas formativos. La inmensa mayoría de los hogares disponen de al menos un smartphone: este dispositivo se ha convertido en el nexo que une a los profesores con los padres o directamente con los alumnos.
Ante esta situación tan dispar e improvisada puesta de manifiesto por el coronavirus, las autoridades educativas necesariamente deberán plantearse y acometer planes integrales para el desarrollo tanto de las infraestructuras tecnológicas como de contenidos adaptados a la enseñanza digitalizada. Una inversión en hardware, software y metodologías didácticas y, a la vez, también en la formación del profesorado y en ayudas a las familias que no dispongan de los medios necesarios para adoptar, más allá del teléfono móvil, esta dinámica virtual en sus hogares.
Y la red 5G, junto con Wi-Fi 6, son los complementos esenciales para abrir este nuevo capítulo en la educación. Estas nuevas generaciones de conectividad sustentarán, impulsarán y revolucionarán esta transformación digital cuando se extiendan, algo que esperamos que suceda antes de la próxima pandemia.
Más comercio electrónico y ajustes en compras análogas
¿El COVID-19 provocará el despegue final del comercio electrónico? Si bien en los últimos dos años se había sentado una en tecnología, infraestructura y experiencia, las cifras disponibles a marzo de 2020 son sorprendentes: un crecimiento estimado de 91 por ciento en las ventas en línea, según datos de la consultora Nielsen. Con millones de compradores confinados en sus hogares, para muchos se ha transformado en la única alternativa para obtener comestibles, comida preparada, artículos de aseo o de entretención y bienestar físico.
Las grandes cadenas del retail y ventas al detalle han sido sometidas a un estrés inédito, con la amenaza constante de paralizaciones de sus empleados. Esta tensión ha favorecido a pequeños comercios, especialmente en América Latina donde la capacidad de respuesta de los minoristas es menos robusta que en Estados Unidos. Aunque los datos más recientes reflejan una estabilización, especialmente en bienes durables como consolas de videojuegos, televisores, artículos de bienestar físico, entre otros, es poco probable que vuelvan al estado anterior al COVID-19. Sin embargo, solo las marcas de comercio electrónico que garanticen experiencias positivas para sus clientes sobrevivirán.
¿Pero qué otros cambios se anticipan en el comercio? Junto con un menor flujo, las ventas presenciales o análogas deberán adecuarse a los nuevos tiempos. El uso de efectivo será reemplazado por las tarjetas o aplicaciones de pago como Google Pay o Apple Pay. Los tiempos en que podías tocar los artículos también quedarán atrás, por lo que los probadores virtuales o aplicaciones de realidad virtual, como Google Lens, también podrían tener su oportunidad en este proceso.
Una de las grandes incógnitas es qué ocurrirá con los más de 1,200 malls que existen solo en Estados Unidos. Una encuesta de Coresight reveló que este tipo de lugares son algunos de los que las personas simplemente no visitarán si el brote empeora e incluso se estima que los evitarán posemergencia.