Hay que reconocer que no nos pilla por sorpresa; horas y horas encerrados en la habitación jugando interminables partidas de Fortnite o similares y sin más ambiciones en la vida que estar delante de la consola sugerían que algo no iba bien. Y la Organización Mundial de la Salud lo ha confirmado: la adicción a los videojuegos es oficialmente una enfermedad mental y así queda registrada en su listado de desórdenes de esta categoría.
La inclusión de esta nueva condición fue inicialmente planteada en 2017, en el borrador de la Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD-11), y por fin fue elevada a la categoría de enfermedad el pasado lunes 18 de junio, categorizándose, como apuntamos, como desorden mental por la OMS. Pero… ¿a qué síntomas concretos se refiere la organización para determinar que una persona padece esta enfermedad?
El organismo habla de “un descontrol desmedido sobre los videojuegos”, o lo que es lo mismo, una incapacidad absoluta para controlar la frecuencia, intensidad, duración e impacto en los hábitos personales en la dedicación a los videojuegos. También se contempla como enfermos a aquellos que dan prioridad a los juegos “frente a otras actividades e intereses de la vida” y siguen invirtiendo tiempo en las consolas “pese a las consecuencias negativas” que no tardan en llegar.
Esta adicción lleva a los afectados, según explica la OMS, a ver sus “relaciones sociales y familiares afectadas”, pero también sus consecuencias llegan al ámbito laboral y de los estudios. Para determinar si una persona es considerada enferma o se trata de una pasión pasajera por un videojuego, debe transcurrir un año, “aunque este plazo puede acortarse si los síntomas se agravan”.
La inclusión de esta nueva enfermedad en el ICD-11 tiene más trascendencia de la que inicialmente podríamos pensar, ya que ahora un médico puede emitir este diagnóstico si se pasa por la consulta, con las consecuencias que ello conlleva. Hay que recordar que se trata de un desorden de carácter mental, como apunta la OMS.