En 2020 hice el siguiente ejercicio: jugué de nuevo y por completo Grand Theft Auto III en PlayStation 4. Esa versión no está remasterizada, sino que es básicamente la misma de PS2 pero bajo emulación, con las bondades y limitaciones de un juego de 2001.
GTA III (y también los originales Vice City y San Andreas) son fundamentales para entender el diseño de los juegos de mundo abierto actuales, pero también están amarrados a algunas características que a comienzos de siglo vivían un proceso de definición. Una de ellas, y la más importante a mi juicio, tiene que ver con cómo esos juegos se controlan, con qué botones se ejecutan acciones clave como moverse, cambiar de arma o disparar.
Los tres juegos originales de esta remasterización se sienten extraños, torpes en 2021. Porque si algo ha cambiado con el paso del tiempo, además de los gráficos, es la manera en que controlamos los videojuegos y las acciones de cada monigote virtual en pantalla sin importar el género o el estilo.
Por lo anterior, una de las promesas de Rockstar Games para la versión remasterizada fue actualizar los controles y que estos sean más parecidos a GTA V. No me equivoco al decir que este pequeño ajuste en los controles le da otra dimensión a juegos que de por sí son excelentes, pero cuyo sistema de control envejeció mal.
Si bien todavía no paso por Vice City o GTA III —para eso estoy esperando las versiones físicas—, he jugado un tercio de la campaña de San Andreas y los controles actualizados funcionan muy bien, en especial durante los tiroteos. Cabe mencionar que la reinvención no es completa y eso significa que los movimientos y animaciones a veces resultan poco precisas o le dan un aspecto extraño a las escenas en general, algo normal en juegos de hace 20 años.
Pero si me centro solo en la acción de presionar un botón y ver la respuesta en la pantalla, lo que ha hecho Grove Street Games con la remasterización es más que aceptable, ya que eliminaron esa sensación de descontrol de los GTA antiguos cuando se juegan en 2021. Disparar es mucho más natural porque se usa un gatillo y no un botón frontal. Cambiar de arma es tan simple como presionar el bumper izquierdo para que aparezca una rueda de armas en pantalla, mientras la acción se mueve en cámara lenta.
En cuestiones prácticas, estos cambios se traducen en que las misiones en las que se dispara sobre un vehículo en movimiento ya no son un martirio. Eso no significa que no se puedan fallar, pero después de 15 años de experiencia con juegos de disparos, mover una mira por la pantalla es pura memoria muscular y no una pelea constante con el control de 2004.
Por supuesto, no solo el esquema de control hace que el juego en general sea menos frustrante, ya que hay otro elemento que va de la mano y que tiene que ver con checkpoints en ciertas misiones. Este existe desde una de las expansiones de GTA IV y algunas misiones de la trilogía remasterizada sí necesitaban de esa ayuda extra para evita repetir secuencias completas en caso de fallar partes cuya dificultad pareció siempre fuera de lugar respecto al resto de la misión (léase: las de los helicópteros a control remoto).
El renovado sistema de controles de estas versiones de Grand Theft Auto le abrirá la puerta a una nueva generación de jugadores, que cuando tomen el control y muevan a Claude, CJ o Tommy Vercetti por cada ciudad no sentirán que son juegos de la prehistoria. Existen muchas personas que conocieron la saga con GTA V y no están familiarizadas con lo que hubo antes, o tal vez intentaron jugarlo y terminaron frustradas en algunas misiones, como me ocurrió con Vice City.
Las remasterizaciones de GTA no son en ningún caso perfectas, vale aclarar. Se ven bien, pero tienen detalles visuales que lucen descuidados. La banda sonora no está completa y el audio de San Andreas se escucha muy comprimido; debido a esto, los disparos de metralleta parecen sacados de un teclado musical de juguete.
Pero los nuevos controles hacen que estas versiones remasterizadas sean la mejor manera de jugar cualquiera de estos tres Grand Theft Auto. Y vaya que estos juegos sí merecen la pena disfrutarlos una vez más.