Una investigación liderada por Richard Aster, profesor de geofísica en la Universidad Estatal de Colorado y jefe del Departamento de Geociencias de esa casa de estudio, indica que el calentamiento global y la actividad sísmica registrada, van a provocar olas monumentales.
«Mis colegas y yo rastreamos ese aumento en todo el mundo durante las últimas cuatro décadas. Estos datos globales, junto con otros estudios sísmicos oceánicos, satelitales y regionales, muestran un aumento de décadas en la energía de las olas que coincide con el aumento de las tormentas atribuidas al aumento de las temperaturas globales», comentó Aster.
Las olas generan señales sísmicas de dos maneras:
- los conjuntos de olas viajan a través de los océanos en varias direcciones, interfieren entre sí, creando variaciones de presión en el fondo del mar. Sin embargo, las olas que interfieren no siempre están presentes, por lo que, en este sentido, es un indicador imperfecto de la actividad general de las olas oceánicas.
- Una segunda forma en que las olas oceánicas generan señales sísmicas globales se denomina proceso de microsismo primario. Estas señales son causadas por las olas oceánicas que viajan empujando y tirando directamente del fondo marino. Dado que los movimientos del agua dentro de las olas disminuyen rápidamente con la profundidad, esto ocurre en regiones donde las profundidades del agua son inferiores a unos 1.000 pies (unos 300 metros). La señal primaria de microsismo es visible en los datos sísmicos como un zumbido constante con un período de entre 14 y 20 segundos.
Los investigadores generaron desde 1980, una medida de 52 puntos de monitoreo a través del planeta para medir estas ondas sísmicas.
«Encontramos la mayor energía de microsismo general en las regiones muy tormentosas del Océano Austral cerca de la península de la Antártida. Pero estos resultados muestran que las olas del Atlántico Norte se han intensificado más rápidamente en las últimas décadas en comparación con los niveles históricos. Esto es consistente con investigaciones recientes que sugieren que la intensidad de las tormentas en el Atlántico Norte y los peligros costeros están aumentando», agregó Aster.
Los océanos han absorbido alrededor del 90% del exceso de calor relacionado con el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas en las últimas décadas. Ese exceso de energía puede traducirse en olas más dañinas y tormentas más poderosas.