Todo parecía muy bucólico ¿te imaginas pasar la noche al raso subido a lo más alto de la Gran Muralla china? Un privilegio, sin duda, al alcance de muy pocos y que pareció ser un excelente gancho para una campaña de marketing de Airbnb. El popular servicio de alquiler de alojamientos ni lo dudó: puso a trabajar a toda su maquinaria de comunicación y salió con un sugerente video en YouTube anunciando el concurso: escribe 500 palabras sobre los lazos culturales entre países y si ganas, a la muralla.
El vídeo resultó francamente atractivo: una pareja sube sonriente las escaleras que llevan a una de las torres de vigilancia de este emblemático lugar, para luego mostrar una escena un tanto surrealista: una cama con doseles y ubicada al raso en una estancia improvisada con lámparas y todo en la que los ganadores pasarían una noche. En la muralla…
Pues bien, algo salió mal en los cálculos del marketing de la compañía puesto que no tardó mucho tiempo antes de que llovieran las primeras críticas en redes sociales, precisamente de China. ¿Había sido realmente una buena idea ofrecer una noche en un sitio tan peculiar? Y comenzó el bombardeo: algunos criticaron el posible daño que se podría hacer a un sitio monumental colocando toda esa habitación, aunque solo fuera de forma temporal, según informó la BBC.
Otros avanzaron que los que pasaran una noche ahí al raso acabarían devorados por los mosquitos, mientras que los comentarios más lacerantes acusaban a la compañía de aprovechar lugares emblemáticos para promocionarse… La campaña llegó a los medios y algunos afirmaban que Airbnb había organizado la promoción en colaboración con las autoridades locales, mientras otros decían justo lo contrario, que el gobierno local no estaba informado.
Imaginamos el susto provocado por el «incendio» en la red en la sede de Airbnb, que no dudó en desenchufar el asunto de forma inmediata: se cancelaba la campaña. Con todo, los responsables de la misma corrieron a aclarar que pese a que “había un acuerdo” sobre el lugar de la pernoctación, pero que “respetaban” profundamente la voluntad popular, así que cancelaban la campaña.
Airbnb adelantó también que no renunciaban a China, y que trabajarían en “otras iniciativas que muestran al país como un destino en el que las relaciones persona a persona pueden establecer conexiones humanas”. Este concurso, con todo, tuvo sus daños colaterales más allá de la imagen de Airbnb: los que perdieron el tiempo escribiendo sus relatos y para los que la compañía tuvo tiempo de pedir disculpas.